Tamberos tomaron la Plaza Independencia

Por Tomás Laguna

Finalmente los tamberos llegaron a la Plaza Independencia y manifestaron su enojo frente a la propia sede del gobierno de la República. La desesperación hace difícil esperar a un cambio de gobierno y de orientación productiva del país.

La producción lechera supo tener su momento de esplendor, hace apenas unos 8 o 9 años atrás. Tiempos en que el margen bruto obtenido por hectárea en los tambos competía de igual a igual con los resultados de la soja, cultivo que por entonces estaba en su máximo apogeo en cuanto a resultados económicos. No obstante por aquellos años ya se denunciaba con preocupación las dificultades para el recambio generacional. En particular se denunciaba las dificultades para el acceso a la tierra (un importante número de productores lecheros producen en tierras arrendadas) y mejores condiciones para el afincamiento y desarrollo social de los jóvenes al momento de formar familia y pretender vivir en el medio rural. Y conste que eran tiempos de holgura, muy diferente a los actuales.

Tras la caída de los valores internacionales de la leche en polvo sumado a los costos crecientes para producir en este país, más conflictos sindicales desmelenados en la industria láctea, sobrevino la crisis de estas últimas. Por entonces todos se afirmaban en el mercado venezolano por los significativos mayores valores que este pagaba al importar lácteos. Claro que no previeron que el dulce pica los dientes, ese mercado claudicó para siempre arrastrando una importante empresa familiar del litoral además de dejar la deuda que hoy reclaman con razón e indignación los productores.

En todo este período CONAPROLE se consolidó en su rol histórico como columna vertebral de la lechería nacional. No obstante no escapa al drama que aqueja a todas las agro-industrias sin distinción de rubro, con el agravante de un sindicato combativo e irracional, apoyado en su accionar desde las mismas filas del partido de gobierno, quienes pretenden integrar a los trabajadores en el directorio de la empresa. CONAPROLE constituye el sueño de la empresa prototipo para el teórico modelo de “economía social” promovida desde el partido de gobierno.

Mientras esto ocurría, los productores lecheros seguían perdiendo pie año tras año. Desde el gobierno se fueron tirando salvavidas. Ante el incumplimiento venezolano se ofreció un crédito “blando” por un total de 66 millones de dólares que no significan más de 2,5 centavos de dólar por litro. A su vez se dispuso una versión diferentes a otras ya instrumentas del Fondo de financiamiento de la Actividad Lechera (FAL). Algo así como salvavidas de plomo según su efecto en el mediano plazo.

La producción se congregó en asamblea en Paraje Capurro, San José, en diciembre pasado. Fue entonces que se reclamó la inmediata aplicación de un adicional del 3% en la devolución de impuestos como ya lo tuvo la lechería en otros momentos críticos; que el gobierno asuma la responsabilidad por los 39 millones de dólares que adeuda Venezuela mandatando a CONAPROLE a iniciar las acciones judiciales del caso; la restructura del fondo de garantía conformado por una retención de $ 1,3 sobre el precio de la leche pasteurizada, de modo de que este llegue efectivamente a los productores; que se mantuviera en términos reales  el precio de la leche al consumidor evitando las transferencias históricas por este producto desde la producción al consumo. Finalmente demandaron todas aquellas medidas que permitan que los sectores productivos sean competitivos evitando el sobrecosto en tarifas públicas y carga impositiva. Se agregaba en este punto el reclamo por una inserción internacional que permitiera acceder a los principales mercados a través de acuerdos comerciales que minimicen los costos arancelarios.

Se estableció una fecha límite, mediados de enero, a partir de la cual de no tener respuestas se endurecería el reclamo con nuevas movilizaciones. El gobierno respondió destinando fondos públicos reduciendo la deuda de Venezuela en un 23%, luego compro tiempo con un paquete de medidas de menor trascendencia. Pero ese tiempo ya expiró y los tamberos nuevamente están en la calle.

Las gremiales lecheras supieron transitar el camino del reclamo y las protestas en conjunto, hasta los resientes desentendimientos con ANPL, la entidad gremial que nuclea a los remitentes a CONAPROLE (capta poco más del 70% de la remisión) y que oficia como nexo entre el directorio de esta industria y sus productores. Podría inferirse que cuando los reproches de los tamberos alcanzaron a CONAPROLE se produjo esa diferencia de criterios.

La muy bien pensada movilización de días pasados en la Plaza Independencia, con la suelta de tantos globos como tamberos abandonaron el rubro en los últimos 12 meses, mereció el apoyo de la totalidad de las gremiales lecheras. La ausencia de ANPL constituyó un flanco en la difícil lucha de la familia tambera por hacerse oír y respetar por un gobierno que, más que insensible, es inmensamente torpe y omiso en la atención de aquellos rubros socialmente más sensibles, a los que cuando era oposición dijo querer apoyar.

Es difícil pedir paciencia al productor que cada madrugada, al enfrentar el primer ordeñe del día, se cuestiona su futuro inmediato debiendo a atender sus deudas, los costos crecientes para seguir produciendo mientras debe velar por el buen pasar de su familia. Lo del acápite inicial, la desesperación hace difícil esperar a un cambio de gobierno y con él una orientación que privilegie la producción y en particular aquellos rubros más sensibles para la familia rural. Pero las medidas de emergencia de un nuevo gobierno para la reconstrucción productiva del país deberán atender esta emergencia, junto con la que viven los arroceros.



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