Nos toman el pelo con la “transformación productiva”

Por Tomás Laguna

El Poder Ejecutivo presentó el llamado “Plan Nacional de Transformación Productiva y Competitividad” sin que en el mismo se vea una sola solución a los crecientes problemas de competitividad de nuestros rubros de exportación.

El pasado jueves 9 de noviembre el Poder Ejecutivo presentó con pompas y circunstancias, utilizando la magnificencia del Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, lo que han dado en llamar “Plan Nacional de Transformación Productiva y Competitividad”. Esta propuesta de trabajo fue incubada en el marco del nuevo Sistema Nacional de Transformación Productiva y Competitividad (Transforma Uruguay), creado por la ley 19.472. El Sistema está integrado por el Gabinete Ministerial de Transformación Productiva y Competitividad (Ministros de Relaciones Exteriores, de Economía y Finanzas, de Educación y Cultura, de Industria, Energía y Minería, de Trabajo y Seguridad Social, de Ganadería, Agricultura y Pesca, de Turismo, de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, y por el Director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto), la Secretaría de Transformación Productiva y Competitividad (esta Secretaría dependerá jerárquicamente del Gabinete y funcionará en la órbita de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto), los Consejos Consultivos de Transformación Productiva y Competitividad, la Agencia Nacional de Desarrollo, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, el Instituto de Promoción de la Inversión, las Exportaciones de Bienes y Servicios e Imagen País, el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional, el Instituto Nacional del Cooperativismo, la Corporación Nacional para el Desarrollo, el Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático, el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y finamente el Laboratorio Tecnológico del Uruguay.

Todo este desproporcionado entramado institucional tiene por objetivo superior (a partir de aquí copiado de la ley) promover el desarrollo económico productivo e innovador, con sustentabilidad, equidad social y equilibrio ambiental y territorial, incluyendo el impulso a los procesos de transformación productiva orientados a la expansión de actividades innovadoras con mayores niveles de valor agregado y contenido tecnológico nacionales, la promoción de actividades con potencial de generar capacidades locales y de incorporarse en cadenas de valor, especialmente las nacionales y regionales, el apoyo al desarrollo de nuevas actividades y nuevos emprendimientos, así como a las actividades productivas que favorezcan “las nuevas formas de propiedad y la economía social” (entre comillado nuestro, faltaba más, no se confunda con la propiedad privada y la economía de mercado…), la generación de condiciones para la mejora de la competitividad sistémica, la promoción de la demanda tecnológica del sector público como un factor de movilización de las capacidades nacionales de innovación y de estímulo a la competitividad empresarial y finalmente la orientación de la promoción de la radicación de inversiones extranjeras en el país para maximizar su contribución a los objetivos de la estrategia nacional de desarrollo productivo, con énfasis en los derrames en materia de tecnología, innovación, empleo de calidad y fortalecimiento de las capacidades nacionales.

Con el andamiaje institucional previsto, con los objetivos asumidos, con la grandilocuencia de la propuesta, resulta lógico el escenario que se armó para su lanzamiento. El propio Presidente de la República anunció que ya se cuenta hoy con más de 50 proyectos distribuidos en los cuatro grandes capítulos incluidos en el Plan: Clima de Negocios, Internacionalización, Innovación, y Capacidades (competencias laborales). De aquí en más todos eufóricos, Uruguay juega en primera en la liga de los países desarrollados económica y socialmente.

Cuando desde el sector privado, en particular las cámaras empresariales, se reclama por mejores condiciones para la competitividad de las empresas de nuestro país, la referencia obligada es a una conducción sensata y cuidadosa de la macro economía incluyendo un riguroso control del gasto público, el abatimiento inmediato del déficit fiscal, una agresiva inserción internacional de cara a los mercados más exigentes y demandantes, la realización en tiempo y forma de las necesarias inversiones en logística para el mejor desempeño de todos los rubros, y finalmente lo más importante, una educación que iguale las oportunidades de todos los ciudadanos en sus puntos de partida para desempeñarse en su vida laboral y contribuir al crecimiento de la República. No sabemos cómo se incluyen estas reiteradas demandas en la ampulosa propuesta de la ley 19.472, pero no creemos que sean el objetivo de los más de 50 proyectos anunciados por el Presidente Vázquez el pasado 9 de noviembre.

El martes pasado se celebró el Día de los Industriales. En el acto, el presidente de la Cámara de Industria, Sr. Washington Corallo, denunció que en los últimos años “muchas industrias han tenido que cerrar con destrucción de empleo y capital lo que demuestra nuestra baja capacidad de competir” Estimó en 3.000 puestos de trabajo perdidos en 5 años como consecuencia de los altos costos imposibles de trasladar luego a los precios. Reclamó por nuevas normas de relacionamiento laboral habida cuenta que las actuales fueron pensadas para mundos pretéritos, denunciando que la actual rigidez laboral actúa contra el mismo empleo. La Ministra de Industria y Energía, Ing. Carolina Cosse, le respondió en el mismo acto con un discurso extenso in extremo, haciendo referencia a iniciativas puntuales que en nada aportan al drama de la industria instalada en el país. Seguramente se refirió a propuestas encuadradas en los más de 50 proyectos anunciados en el Plan Nacional de Transformación Productiva y Competitividad pero que ninguno de ellos son siquiera un esbozo de solución para las dificultades denunciadas por el presidente de la Cámara de Industrias.

Mientras el superior Gobierno arma escenarios mediáticos para anuncios altisonantes que cambiarán poco menos que la matriz productiva del país, mientras la farándula les acompaña desde los magníficos espacios del Salón de los Pasos Perdidos, mientras todo eso ocurre, seguimos perdiendo día a día competitividad en cualquiera de las actividades exportadoras. Desde los rubros del agro negocio de exportación hasta aquellas industrias como las curtiembres que pretenden exportar un producto de alto valor agregado, pero ven gravemente resentida su viabilidad (no en vano las principales curtiembres están en una desesperada política de reducción de personal). Acaso se salvan las multinacionales de la celulosa a partir de las concesiones unilaterales que les realiza el gobierno, pero de las que carecen otros sectores de la producción nacional.

Plan Nacional De Transformación Productiva y Competitividad ... ¡¡¡Por favor!!!



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