Los combustibles, el agro y la sociedad

Por Tomás Laguna

La cosecha de cultivos de verano se encuentra en actividad creciente. Hasta dónde estamos informados, los rendimientos obtenidos son dispares. En las siembras de primera, en aquellas regiones donde más se sufrió la falta de agua, los cultivos de soja fueron particularmente afectados con rendimientos que van de los 1.600 a los 2.000 kilos/ha. en los mejores casos. En el caso del maíz de secano en siembras de primera pasa algo similar, con rendimientos del entorno de las 2 tt/Ha. No ocurre lo mismo con el maíz regado, dónde es posible hablar de rendimientos superiores a las 10 tt/ha, confirmando el valor estratégico del riego para quienes están en condiciones de implementarlo. Entretanto persiste una razonable expectativa con los rendimientos de las siembras de segunda, particularmente por la mayor disponibilidad de agua al momento del llenado del grano. Estas incertidumbres se ven compensadas con la expectativa de un mercado tonificado en sus valores a partir de los datos que vienen desde el exterior.

Del total de las exportaciones de granos en nuestro país, la cosecha de verano es la responsable de aportar el mayor valor en producto, implicando poco más del 80% del total de las mismas. Si consideramos que en el total de exportaciones de productos del agro las exportaciones de granos pesan en el entorno del 29%, podemos afirmar que la cosecha en curso es la responsable de casi la cuarta parte del total de ingresos provenientes del agro negocio de exportación. Nada más ni nada menos.

En pocos meses se estará hablando de la siembra de cultivos de invierno, con opciones cada vez más interesantes en cuanto a bondades agronómicas de las variedades en trigo, cebada y el versátil cultivo de colza. Se cierra así el ciclo agrícola en nuestro país, determinando una importante contribución a nuestra economía, no solo por los resultados de sus propias exportaciones, sino como dinamizador de otros rubros de la producción agropecuaria, aportando infraestructura y logística productiva a regiones que a inicios de este siglo eran de ganadería extensiva.

Desde estas páginas hemos argumentado denunciando el elevado costo país y la falta de competitividad que del mismo deriva al momento de salir a competir con nuestra producción en el exterior. Competitividad que afecta en particular a los rubros más intensivos en el uso de los recursos productivos, sea tierra como insumos. Los combustibles en particular constituyen uno de los insumos más caros, de los que más afectan los costos de producción y como tal de los principales en la ecuación que define la competitividad. Ecuación compleja y de múltiples factores, no obstante la importancia de los combustibles.

La reciente decisión del Poder Ejecutivo postergando el ajuste en los valores de los combustibles resulta particularmente estratégica al coincidir con la cosecha de los cultivos estivales. Más estrategia aún si se lograra extender esta concesión hasta la misma siembra de invierno, pero tal vez sea ya mucho pedir.

Otros varios rubros intensivos también se verán beneficiados, como así lo declaró, comunicado mediante, la Asociación Nacional de Productores de Leche.

Resulta a veces insólito escuchar comentarios dónde ciertos "opinólogos" contraponen el gasto social al costo que implica para las cuentas del Estado esta postergación en el ajuste en los combustibles. Algún periodista radial así se lo cuestionó al propio presidente de ANCAP, en un típico planteo efectista, maniqueo, y por cierto buscando la confrontación que tan bien vende. Alguien deberá explicarles que todo lo que se haga para mejorar la competitividad de las actividades productivas con destino de exportación, será luego devuelto con creces en beneficio de la reactivación del comercio, de los servicios y en definitiva de toda la sociedad. En definitiva es la actividad del agro en su conjunto la que tiene mayor capacidad de derrame, oficiando como palanca para la reactivación del resto de los sectores de la actividad privada, generando empleos directos e indirectos.

Seguramente los motivos que llevaron al Poder Ejecutivo a postergar el ajuste en el valor de los combustibles estuvieron dirigidos a no afectar el costo de vida de parte importante de la población, aquella dramáticamente afectada por la reducida actividad a la que nos ha condicionado la emergencia sanitaria. No obstante destacamos el importante y estratégico efecto colateral en beneficio de la competitividad de los principales rubros de actividad de nuestra economía. Los que ayudarán a recuperar actividad tan pronto las circunstancias sanitarias lo permitan.




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