La voluntad de gobernar

Por Juan Friedl

Los movimientos por la libertad tienden a provenir de la afirmación, no de la negación. La lucha por la libertad siempre tiene un contenido: planes que hace la razón, elementos que trascienden el presente, valores inspiradores subjetivos, y un carácter rara vez individual.

Lo que inspira las trabas al gobierno absoluto es la voluntad de gobernar, cuando hay conflicto entre el primero y la segunda. El no-gobierno es una antítesis. Me atrevo a afirmar que carece de contenido.

En Inglaterra, en 1215, la nobleza descentralizada, queriendo gobernar sus feudos como mejor lo entendiere, le puso límite a la Corona, escrito esto en la Carta Magna. En 1686, con la Bill of Rights, los señores, incluidos obispos, y representantes de los municipios, reivindicaron "ciertas antiguas libertades" (sic) y pusieron límites constitucionales a lo que hiciere el gobierno central. En 1776, en Pensilvania, las colonias, queriendo gobernar su territorio como mejor lo entendieren, se independizaron de Londres. Y tanto en la revolución norteamericana como en la del Río de la Plata, como puede verse en la Constitution de 1789 y las Instrucciones de 1813, existió asimismo la voluntad de las provincias de gobernarse con autonomía respecto de la Capital.

Si asumimos que esto no conoce de escala, podemos inferir que la voluntad de independencia de los individuos emergerá en lo concreto en el ámbito en que el autogobierno de su vida (o su familia, comuna, cooperativa, empresa) choque con lo que la administración central pretendiere de hacer con ella.

Sin un terreno propio que administrar, un diseño propio que llevar a cabo, no hay motivación para resistir los embates de un gobierno central. Sin el proyecto, no está el conflicto, y no está el motivo por tanto para redactar la ley que permita dar canal civilizado a este conflicto. Entiendo, por tanto, que la razón que inspira torpemente los diseños centralistas, es también resistencia a los diseños centralistas, en tanto diagrama un plan que choca con el de la administración central en el manejo de recursos escasos.

Así, me permito conjeturar que en un mundo "líquido y cambiante" la incapacidad de trazarse proyectos debilita el espíritu independentista, porque no se prevé en dónde el Estado va a apuñalar y desangrar: No se concibe la instancia del conflicto entre base y cúpula, localidad y centralidad, que se resuelve luego con normas en la línea del derecho de propiedad.

A corto plazo, los 20 pesos que el Estado hoy te da o te quita, pueden servir o dañar tus aspiraciones inmediatas. Pero tener un horizonte de mediano y largo plazo va volviendo más clara la instancia de conflicto entre la administración y vos mismo, tu familia, tu comunidad, tu empresa, incluso tu gremio.

Hemos hablado de la razón, pero ¿qué ambiciones materiales o espirituales te inspiran? Porque el proyecto racional que tengas tampoco va a valer nada si nada le asigna valor. Va a ser un dibujo en papel, una declaración de intención en una charla con los primos. ¿Qué te apasiona? ¿De qué querés hacerte cargo? ¿Por qué querés responder, es decir, ser responsable?

Los derechos, las satisfacciones, otorgan; no dirigen hacia nada. Pero en la medida en que vos te hacés responsable por algo (familia, quiosco, hacienda, columna periodística, investigación científica, proyecto artístico, causa solidaria), no sólo pasa a haber algo que pone en perspectiva las satisfacciones e insatisfacciones de la vida cotidiana, también pasa a haber algo que la bota del Estado puede y va a amenazar con pisar.

Siendo el individuo, es sólo el escalón final, conceptualmente, del derecho de secesión, te pregunto también: ¿con quiénes hacés esto que te importa? Eran varios los migrantes del Mayflower; no era un montevideano solo que desconfiaba de Buenos Aires; no era uno solo creyente en nada o en otra cosa que exigió al Estado no imponer una religión.

¿Qué voluntad común reúne a tu jefe, vos, tus compañeros (o empleados)? ¿Qué lazos y proyectos reúnen a tu familia? ¿Qué ideal agrupa a tu causa solidaria? ¿Qué forma de ver el mundo te junta con otros que conociste por internet, y que las corporaciones -unidas con el Estado- pretenden incesantemente pisotear?

¿Sos, quizás, más patriota que seguidor de la ONU?

Llegará el momento en que quieras dejar cierta empresa, discrepes con tu familia, disientas de una doctrina, cuestiones cómo maneja alguien algún proyecto en común y te alejes. Y ahí va a ser el momento en que el derecho individual te valga, como derecho individual, como libertad personalísima. Pero, mientras tanto, vos sos vos, lo que te inspira, la gente que son los tuyos y te acompañan en esto. Y el Estado... es otra cosa.

"Quien ya no espera cambios milagrosos de una revolución o de un plan económico no está obligado a resignarse ante lo injustificable" - Raymond Aron, El opio de los intelectuales




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