La plena vigencia de Albert Camus

“El espíritu no puede nada contra la espada, pero el espíritu unido a la espada es el eterno vencedor de la espada blandida por la espada”

En 1683 los otomanos cargaron una vez más contra las murallas de Viena y, como 154 años antes, volvieron a ser derrotados. Fue el inicio de la decadencia del imperio Otomano. La civilización de Occidente sobrevivió por entonces a los intentos expansionistas del islamismo y a partir de entonces fue posible el proceso evolutivo del humanismo judeo cristiano dando lugar a nuestra propia cultura humanista, republicana y liberal. Aquella Viena que rechazó al ejército otomano es hoy nuestro Israel contemporáneo como símbolo de la resistencia de Occidente ante el proyecto aniquilador de los extremistas musulmanes. Lamentablemente son muchos los ciudadanos de occidente que, gozosos del humanismo liberal, pretenden aplicar esos mismos valores para resolver un conflicto bélico en la última frontera que separa nuestra cultura de la barbarie y del terrorismo islámico.

Parece oportuno recurrir a los grandes pensadores que nutrieron la conciencia de nuestro occidente, humanista y liberal, actuando en los momentos más extremos y convulsionados de nuestra sociedad. Albert Camus fue novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista. Francés nacido en Argelia, durante la Segunda Guerra Mundial militó en la Resistencia, dónde participó de la fundación del periódico clandestino Combat. Fue escritor de varias obras, entre ellas “La Peste”, lo que le valió en 1957, a la edad de 44 años, el Premio Nobel de Literatura por “el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy”.

Esos mismos problemas surgidos de la confrontación bélica a partir de valores contrapuestos en extremo le inspiraron “Cartas a un amigo alemán”, las que fueron publicadas en Francia después de la liberación. En el prólogo de su primera edición internacional bajo el título “La sangre de la Libertad”, Camus expresaba “Es esta la primera vez que se editan fuera del territorio francés y, para que me decidiera a ello, ha hecho falta nada menos que el deseo que siento de contribuir, por mi modesta parte, a derribar un día la estúpida frontera que separa a nuestros dos territorios. … Tenían una sola finalidad, que era la de echar alguna luz sobre el ciego combate en que estábamos lanzados y, como consecuencia, hacer más eficaz ese combate…. Cuando el autor de estas cartas dice “ustedes”, no quiere decir “ustedes los alemanes”, sino “ustedes los nazis”; cuando dice “nosotros” ello no significa siempre “nosotros los franceses” sino “nosotros europeos libres”. Son dos actitudes que enfrento, no dos naciones, aún si, en determinado momento de la historia esas dos naciones han podido encarnar dos actitudes enemigas…. Solo detesto a los verdugos. El lector que quiera leer atentamente las Cartas a un amigo alemán según esta perspectiva, es decir, como un documento de la lucha contra la violencia, admitirá pueda yo decir, ahora, que no repudio de ellas ni una palabra.”

Las cartas escritas por un europeo libre a un amigo alemán nazi bien podrían haber sido escritas por un israelita demócrata, liberal y republicano a un supuesto amigo palestino fundamentalista del Islam. Solo tomemos a título de mención algunos párrafos.

“Hemos aprendido que, contrariamente a lo que a veces pensábamos, el espíritu no puede nada contra la espada, pero que el espíritu unido a la espada es el eterno vencedor de la espada blandida por la espada, luego de estar seguros de que el espíritu se hallaba de nuestro lado.”

“… ya no hay sobre esta tierra una sola mañana sin agonías, una noche sin cárceles, un mediodía sin matanzas. Pero nuestra difícil hazaña consistía en seguiros en la guerra sin olvidar la felicidad. Y a través de clamores y violencias, tratábamos de conservar en nosotros el recuerdo de un mar feliz, de una colina nunca olvidada, la sonrisa de un rostro querido. Era esa nuestra mejor arma, la que jamás depondremos; porque si un día la perdiéramos, estaríamos tan muertos como ustedes. Simplemente, ahora sabemos que, para su forja, las armas de la felicidad exigen mucho tiempo y demasiada sangre. Nos ha sido preciso entrar en su filosofía, aceptar parecernos a ustedes un poco. Ustedes habían optado por el heroísmo sin dirección, porque es el único valor que subsiste en un mundo que ha perdido su sentido. Y habiéndolo hecho suyo lo han impuesto al mundo entero y a nosotros. Obligados nos hemos visto a imitarles por no morir. Tras lo cual nos dimos cuenta de que nuestra superioridad sobre ustedes consistía en tener una dirección. Ahora que esto acaba, podemos decirles lo que hemos aprendido: que poca cosa es el heroísmo y que mucho más difícil es la felicidad. ”

“Para ser fieles a nuestra fe, nos vemos obligados a respetar en ustedes lo que ustedes no respetan en los demás. Esta fue por mucho tiempo su inmensa ventaja, puesto que matan ustedes más fácilmente que nosotros. Y hasta el fin de los tiempos esta será la ventaja de los que se les asemejan. Pero hasta el fin de los tiempos, nosotros, los que no somos como vosotros, deberemos hacer porque el hombre, por sobre sus peores errores, reciba su justificación y sus títulos de inocencia.”

En el último párrafo de su última carta, Camus escribe: “Ya se que el cielo que permaneciera indiferente a sus atroces victorias no dejará de serlo ante su justa derrota. Tampoco hoy espero nada de él. Mas al menos habremos contribuido a salvar a la humana criatura de la soledad en que querían ustedes encerrarla. Por haber desdeñado esa fidelidad al hombre, ustedes son, a millares, los que van a morir solitarios. Ya puedo ahora decirle adiós.”
 
Un texto del año 1944 con plena vigencia 70 años después. Lo del principio, “Cartas a un amigo alemán” bien podrían ser las palabras de un ciudadano israelí conciente de los valores del occidente liberal a un palestino sumergido en los odios del fundamentalismo islámico.

El texto completo de “La sangre de la Libertad” y otras obras aún mucho más significativas de este escritor, dónde aborda desde distintas perspectivas el problema de la condición humana frente al poder irracional, deberían ser textos obligados para quién ocupa el estratégico cargo de representar al país tanto desde la Presidencia como desde Cancillería.



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