La mentira como método frentista

En una campaña electoral, que según el politólogo Garcé ya no tiene a Vázquez sino a Lacalle Pou como figura central, el oficialismo sigue recurriendo sistemáticamente a la mentira, para acrecentar sus logros o disfrazar sus desaciertos y corruptelas.

La mentira se asume en todos aquellos espacios en que se pretenden logros, como ha ocurrido con el caso de la pobreza que es factor de exclusión de los menores de edad y que la propia Universidad de la Republica, en manos frentistas desde hace tiempo, ha procedido a denunciar, desmintiendo las cifras oficiales, al sostener que es el doble de lo se afirma y duplica los números que el gobierno reconoce.

Pero también se miente en el índice de delincuencia —juvenil y de mayores—; en la tasa de desempleo (basta ver la alarmante desocupación en Maldonado al congelarse la construcción dejando a decenas de miles de trabajadores en el paro); en la inflación que se disfraza, para disgusto del PIT CNT; en la disminución de la pobreza que los innumerables, crecientes y vergonzosos asentamientos niegan con cifras de pasmo; en los déficits del propio Presupuesto Nacional, de los Entes y Servicios del Estado; y de todos los emprendimientos publico privados, que son asistidos con millones de dólares en forma permanente.

Se miente al decir que estamos en estupendas relaciones diplomáticas con Argentina e Israel y se miente aludiendo a un formidable blindaje de reservas, al omitirse el abultado endeudamiento externo que, inexorablemente, habrá que pagar.

Se miente en el inadmisible déficit de ANCAP, ente llevado a la ruina en casi ocho años de manejo por el candidato a la Vicepresidencia del FA, y se rechaza una Comisión Investigadora para que ponga en claro ante la ciudadanía las causas del desastre de lo que es sin duda alguna, resultado de la peor gestión de toda su historia.

Se miente disfrazando de “amiguismo” las oscuras componendas aun sin resolverse por la justicia en PLUNA y se utiliza ese término como causal exculpante y justificatoria, cuando es en realidad el reconocimiento no de un vicio o desprolijidad de la política sino del delito de conjunción de intereses públicos y privados.

Se miente disfrazando las perdidas como inversión, anunciando éxitos donde hay solo fracasos y se miente anunciando que “vamos bien” cuando la dura realidad los obligo a cambiar el eslogan elegido por otro, que no es mejor, en plena campaña.

Pero el “vamos bien” no cayó en el olvido; quedó grabado en la memoria de todos los contribuyentes que aun esperan los servicios adecuados a la importante carga tributaria que soportan.



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