Correo de los Viernes - ¿Inimputabilidad terrorista?

¿Inimputabilidad terrorista?

El asesinato en Paysandú del Sr. David Fremd, un ciudadano respetable de la ciudad, comerciante y activo dirigente de su colectividad, sacudió a la sociedad uruguaya, pero debe ahondarse más allá de esa circunstancia puntual por razonable previsión.

El criminal, un maestro que incluso había concursado poco antes en Primaria y que había sufrido más de un sumario por su inconducta, se había convertido al islamismo bajo el nombre de Abdullah Omar. En el expediente quedó claro que su atentado respondió al “odio que sentía hacia comunidad étnica y religiosa” a que pertenecía la víctima.

O sea que, oficialmente, para la Justicia —y la mera lógica— fue un atentado terrorista, un crimen religioso producto del fanatismo.

La duda es, entonces, ¿tenemos claro, como país, lo que ello significa? ¿Estamos seguros que nuestra tradición tolerante nos preserva de que esto no vuelva a repetirse? ¿El hecho de que el asesino tenga alteraciones psiquiátricas nos tranquiliza o simplemente nos indica que el terrorismo, justamente, se nutre —y se seguirá nutriendo— de mentalidades de esa naturaleza?

La primera evaluación psiquiátrica hecha por el Juzgado, lo declaró imputable, o sea que poseía la conciencia del crimen que cometía. Una segunda pericia, de un profesional del Instituto Técnico Forense, concluye lo contrario, aunque establece que debe haber un “tratamiento permanente de por vida” y que “presenta alta peligrosidad si deja los medicamentos”, cosas que con frecuencia ocurre en estos pacientes. En cualquier caso, es alguien inteligente, es un maestro capacitado, que pese a sus inconductas seguía en Primaria porque su capacidad intelectual supera claramente los mínimos. No olvidemos eso, que acentúa el riesgo de la situación, especialmente en alguien que se siente injustamente perseguido. El caso, por cierto, no está cerrado y seguirá andando pero su estado actual es ya de por sí muy preocupante.

Nos parece que el tema es muy delicado para que se reduzca a un expediente y una anécdota puntual.

Es la primera vez que en Uruguay sufrimos que un uruguayo mata a otro uruguayo por razones de fanatismo religioso. Es un caso, sí, un solo caso, pero el mal de ese fanatismo está enormemente difundido en el mundo y la prédica está también entre nosotros. No tenemos conglomerados humanos musulmanes en que pueda fácilmente expandirse, pero basta poca gente para que se produzca el cambio cualitativo, como ya lo es el asesinato de David Frend.

Las elucubraciones sobre su estado psíquico hay que tomarlas con pinzas. Como decimos, todos los fanáticos sufren alguna alteración. Nadie normal puede subirse a un avión para estrellar las Torres Gemerales. Si se le hubiera practicado una pericia psiquiátrica a esos terroristas, probablemente también indicaría anormalidades. Por lo menos ese mesianismo, tan común, que desata el odio, esa persona frustrada que sublima sus complejos en la acusación a un chivo expiatorio, presunto responsable de sus desgracias.

Nuestra preocupación es que el tema va mucho más allá que esta peripecia individual. Merece una consideración muy seria y responsable. Quizás el Ministerio del Interior no está en el mejor momento para profundizar en la cuestión, pero alguien en el gobierno debiera hacerlo. Mirando hacia un futuro que en cualquier momento nos puede tomar por asalto.

J. M. S.