Hierro Gambardella, el hombre que creyó en la libertad

Por Angelina Rios

Hierro Gambardella fue un destacado político, un político de raza. Un aprendiz de su padre, Luis Hierro Rivero, que también supo recorrer una vida al servicio del bien público.

Fue diputado en tres períodos, entre 1955 y 1967, ocupando la presidencia de la Cámara de Representantes en el período 1964-1965.

En sesión solemne de Diputados en homenaje a José Gervasio Artigas, que se celebró el 24 de setiembre de 1962, Hierro Gambardella, en el comienzo de su emotivo discurso expresó:

“(…) Si algo en mi vida parlamentaria, me ha resultado desproporcionado, entre mis fuerzas y el fin perseguido, ello es, sin duda, esta aventura que emprendo ante ustedes al hablar, en esta ceremonia de solemnidades profundas, de José Artigas, e intentar decir, superando mis propias carencias y la desmesura del tema, y huyendo de la retórica que ofende estas cosas grandes, algo breve y desnudo que cumpla con la misión que, honrándome en exceso, hoy se me ha conferido. En el alma de Artigas hombre, el Artigas íntimo que su recato y la precariedad documental de la hora no han impedido que conozcamos en profundidad, se prefigura el alma uruguaya, esa esencia con la que quisiéramos siempre dialogar para encontrar las rutas del destino nacional, como si aquella, de tan universal y grande que fue, se extendiera creciendo siempre, en los tiempos sucesivos de la patria que creó con una generación anónima de gauchos. En Artigas está lo uruguayo (…)”.

Palabras estas, que sin lugar a dudas, describen a un Hierro Gambardella humilde y con una franqueza inusual en un político.

Posteriormente, en 1967, asumió como senador y por un breve período en ese mismo año fue Ministro de Cultura.

En 1971 es reelecto al Senado, ocupando el cargo hasta el golpe de estado del 27 de junio de 1973. En la noche anterior a este hecho, durante la última sesión del Senado, Hierro Gambardella pronunció un discurso breve en donde finalizaba diciendo:

“También le decimos a quien quiera ser tirano que sobre su sombra ignominiosa estarán siempre la sangre y la luz de Baltasar Brum, nuestra lucha, nuestro combate y la misión de defender las libertades con nuestra vida, con nuestra sangre y con nuestra muerte si fuera necesario”.

Tras la restauración de la democracia, en las elecciones nacionales de 1984 fue elegido nuevamente senador, ocupando su banca por unos meses ya que en el mes de julio el Presidente de la República de entonces, Julio María Sanguinetti, lo designó embajador del Uruguay en España, cargo en el que permaneció hasta 1990.

Desde Madrid, Hierro Gambardella también se hizo escuchar. Atento al acontecer nacional, enviaba sus opiniones al diario El País de la capital española. Allí escribió de distintos temas; entre otros, destacamos los títulos de los artículos: “Uruguay y la emigración”, “Opinión de Benedetti”, “Uruguay” y “Para la paz uruguaya”. De este último, publicado el 15 de mayo de 1987, rescatamos estas líneas que detallan un sentir —su sentir— en un difícil momento del país:

“No creíamos en la violencia. Pero teníamos el orgullo de no temerle a la de arriba, como no le habíamos temido a la otra. También hemos resuelto, por amor al país, olvidar nuestras propias amarguras.

Nunca pudimos calcular hasta cuándo iba a durar la dictadura. Llegó un día en que los militares se sintieron solos, luego de un plebiscito histórico en que el pueblo uruguayo, con su clase política proscrita y condenada, pero combatiendo, votó en contra de un proyecto constitucional continuista. Ahí fue cuando Uruguay comprendió que sus viejas tradiciones civilistas estaban tan vivas como siempre, y volvimos a sentir que la libertad la podíamos reconquistar sin violencia”.


Luis Hierro Gambardella, fue también un destacado poeta y padre del ex Vicepresidente de la República Luis Hierro López.

Falleció en Montevideo el 19 de julio de 1991.




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