El Frente Amplio no termina de digerir que otros tienen la responsabilidad, decretada por el ciudadano, de gobernar; por tanto, mientras piden diálogo por un lado, por otro, un día sí y otro también si el gobierno dice blanco ellos sostienen no, mejor negro y si el gobierno dice negro, ellos se horrorizan y dicen no, mejor blanco.

Es hasta cansador repetirlo, pero el gobierno se encontró a 10 días de asumir con el inicio de los primeros contagios registrados de COVID 19 en Uruguay.

Es entonces, cuando comienza el reclamo del FA de disponer medidas duras, como la cuarentena total, el confinamiento, el toque de queda; medidas propias de gobiernos totalitarios, donde no hay prensa libre, mucho menos oposición y cuidadito con manifestaciones contrarias a decisiones del poder de cualquier ciudadano. El gobierno optó, en primerísimo lugar, por la absoluta transparencia de la situación, algo que mantuvo y mantendrá, informando día a día de la evolución y estado de situación y asumiendo, reiteradamente, la responsabilidad de sus decisiones, llamando a la libertad responsable.

Esa verborragia inconducente, de la cual es líder absoluto el expresidente Mujica, llevó a que el ahora exsecretario político del FA, Rafael Michelini, en una extraordinaria demostración de incontinencia verbal, amenazara -porque no hay otro término para describir sus palabras- conque si no se otorgaba mayor plazo que el dispuesto constitucionalmente para la recolección de firmas para el llamado a referéndum contra la Ley de Urgente Consideración (LUC), él organizaría aglomeraciones.

De más estar decir, en primer término, que muchos de los artículos propuestos a derogar fueron aprobados por los representantes del FA, pero rige aquello de "cómo te digo una cosa te digo otra". En segundo término, el organizar aglomeraciones en estos momentos es un verdadero acto de irresponsabilidad y de atentado a la salud pública. Las consecuencias de esas disparatadas declaraciones fueron inmediatas, calibrando la dirigencia del FA, lo negativo, políticamente, de las mismas, cesando al señor Rafael Michelini.

Tal vez, por consideración a colegas o por aquello de "¿que se gana con reclamar culpas?" hay declaraciones que se dieron, por los inmediatamente anteriores funcionarios de Salud Pública, que se mantienen en un caballeresco silencio. Sin embargo, hay momentos en que, por lo menos, brevemente, hay que recordar hechos y errores de percepción o de información, sin que ello configure acusación, si no, solo hechos.

Y algunos de estos hechos son, por ejemplo, que, a fines de enero de 2020 (gobierno FA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que el virus había ya afectado a más de 10.000 personas 99% en China y el resto a otros 18 países, constituyendo una emergencia de salud pública internacional, solicitando que los países den una respuesta internacional coordinada para evitar que se propague.

Es en ese momento, que el ministro interino de salud pública Dr. Jorge Quian y la directora de Epidemiologia Dra. Lucía Alonso, en declaraciones conjuntas a La Diaria y a diversos medios de prensa, aseguraban que se habían tomado medidas de cómo manejar cuadros respiratorios agudos: "en Uruguay estamos vírgenes de este virus"; "el virus tiene una incidencia menor que el síndrome respiratorio agudo severo"; "en nuestro país mueren entre 1000 y 1200 personas por año por neumonía siendo además (el COVID) menos contagiosos que el sarampión; su letalidad es del 2%".

En una palabra, sin mala intención, pero tal vez basados en una esperanza, los entonces altos funcionarios no calibraron la real situación sanitaria mundial.

Contrariamente, el ya designado futuro Ministro de Salud Pública, Dr. Daniel Salinas, estaba buscando asesoramiento y estudios al instituto Pasteur y a distinguidos catedráticos de la Udelar, sobre la pandemia que se avizoraba.

No se trata aquí de acusar o medir responsabilidades, pero consideramos que, en situación de crisis, como la que sufrimos, los partidos políticos deben actuar unidos bajo el mismo fin. Ello no significa no señalar errores y, al mismo tiempo, proponer soluciones aplicables y sobre todo coherentes, algo que estamos por ver.

Creemos no corresponden los gritos destemplados para ganar titulares. Muchas veces es mejor guardar silencio para un espacio de reflexión, no hacerlo lleva al ridículo, a la vergüenza ajena y para quienes tienen ambiciones políticas, a la pérdida de credibilidad, que es el caso de algunos personeros del FA.