El atraso en infraestructura nos condena

Uruguay invierte sólo el 1% de su producto interno en infraestructura y debería estar invirtiendo un 2.4% para estar en condiciones de producir y competir, según un estudio del Foro Económico Mundial resumido por el diario El País - y que no fue rebatido por las autoridades.

Ese es el resultado de la improvisación y el despilfarro que caracterizó a las dos últimas administraciones frenteamplistas, que atravesaron el mayor período de bonanza de la economía uruguaya sin advertir que había inversiones imprescindibles. No se hicieron carreteras, ni puertos ni ferrocarriles. La última obra importante que hubo en esa materia fue el aeropuerto de Carrasco, inaugurado por Tabaré Vázquez pero realizado durante el gobierno de Jorge Batlle.

Hay países, como Panamá, que con los recursos extraordinarios obtenidos por los peajes del canal, se han dedicado a mejorar sus conexiones viales y aeronáuticas, con lo que hoy están en mucho mejores de competir. Uruguay se gastó todo en programas sociales de muy dudoso éxito –nuestro columnista Jorge Ciasullo dedica su nota de esta semana a ese tema– y no tuvo la inteligencia de invertir para el desarrollo. Ese despilfarro expresa quizás la máxima crítica que pueda hacerse a los gobiernos del Frente.0

Ahora el oficialismo empieza a reconocer la verdad y Uruguay tiene que comprometer de apuro las inversiones que no hizo para asegurar la instalación de la segunda planta de celulosa de UPM y la tercera del país. Cuando el presidente Tabaré Vázquez anunció hace unas semanas las negociaciones con UPM, aseguró que sería necesaria, como contrapartida, la reparación de 220 kilómetros de infraestructura vial y un desembolso estatal de US$ 1.000 millones. Dejó de manifiesto que, con o sin la nueva fábrica de UPM, Uruguay necesita más que duplicar su inversión en caminería para equiparar el rezago actual.

Si en los últimos años la inversión en infraestructura de transporte fue inferior al 1% del PBI, en los próximos cinco deberá alcanzar el 2,4%, recomienda la Cepal. "Hasta el momento se ha invertido poco —en parte por falta de capacidad de financiamiento y porque sigue predominando el dinero público— y mal coordinado". Pero de no revertir la situación, dice el Banco Mundial, "no solo podría desacelerarse el crecimiento —ya afectado por circunstancias exógenas— sino que se podría socavar también la sostenibilidad de los recientes logros económicos y sociales".

Es decir, no sólo es oportuna la inversión en infraestructura, sino además resulta imprescindible, porque si no la hacemos el país se atrasará irremediablemente.

Esa es la condena a la que nos somete el despilfarro “pepista”. Nos gastamos U$S 1000 millones en Ancap aunque seguimos teniendo los combustibles más caros de la región, pero no invertimos un peso en las requeridas carreteras y puentes que son claves para el desarrollo.



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