Cuidemos a quienes nos cuidan

Por Ruth Furtenbach

A pocos días de las elecciones nacionales, uno de los principales temas de campaña de todos los partidos políticos, es el de la seguridad pública, en respuesta a un problema creciente y sumamente preocupante que padece nuestro país y que abarca a todos los sectores de la sociedad sin exclusión.

Sin perjuicio de los resultados que recoja el plebiscito impulsado por el Senador nacionalista Jorge Larrañaga, para una reforma constitucional que habilite la creación de una Guardia Nacional en la órbita del Ministerio de Defensa con cometidos policiales- que no analizaremos en esta oportunidad-, entendemos que es fundamental recuperar la Institución Policial. Coincidimos sobre este aspecto con las declaraciones provenientes de representantes del Partido Nacional en que se debe restaurar el prestigio perdido por la policía en todos estos años de gobierno del Frente Amplio.

Tal como lo ha señalado el Dr. Sanguinetti en reiteradas oportunidades, debemos recuperar el control de los barrios con Comisarías fortalecidas con sistemas tecnificados de rápida respuesta. Debemos asimismo proporcionar a los policías todo el apoyo necesario con un entrenamiento riguroso, frecuente y periódico, para que la gente que no delinque pueda estar en las veredas y las esquinas sintiéndose protegida por personas capacitadas y habilitadas para hacerlo.

Tenemos una generación de policías desmotivados, que ejercen su función con temor y ansiedad. La cantidad de policías tratados por psicólogos en el Hospital Policial es record absoluto. Los psicólogos de esta institución no dan abasto porque deben atender permanentemente a policías estresados por carecer de entrenamiento, protección y conducción. Cuando salen a la calle se sienten como en una especie de guerra desconocida con delincuentes que son muy peligrosos. Portan armas de fuego, pero no reciben instrucciones claras para usarlas, por consiguiente, con ese estado de ánimo sabemos que no es posible ganar ningún partido. Por este motivo, como lo ha expresado recientemente nuestro ex ministro del Interior, Luis Hierro López, en una charla sobre seguridad: “la primera tarea que tendrá que hacer el próximo gobierno -de coalición- será restaurar ese orgullo perdido que la policía merece y se le ha quitado”.

La segunda tarea ineludible será restaurar el principio de legalidad. Según Hierro, no se trata de “mano dura o mano blanda, ni de gatillo fácil”, queremos que rija la ley y la Constitución, que las cosas que se pueden hacer se hagan y que las cosas que no se pueden hacer no se hagan, actuando la policía en consecuencia. No podemos permitir que ante un asalto a una ambulancia en un barrio ubicado en lo que llaman “zonas rojas”, el subsecretario de Salud Pública manifieste como solución que las ambulancias no vayan a esos barrios, debiendo los vecinos de esos lugares que requieran el servicio, concurrir a un centro de Salud Pública determinado para atenderse. Debemos cuidar que la ambulancia no sea asaltada, acompañada con el patrullero o como fuere más conveniente para asegurar el derecho de las personas a ser atendidas en una emergencia en cualquier esquina Montevideo.

Y cuando hablamos de legalidad, también nos referimos al reconocimiento del Instituto de la legítima defensa para la Policía, ya que cuando la policía usa alarma, la usa en nombre de la sociedad y del Estado. La policía debe estar protegida para ejercer su función como corresponde, usando el arma cuando lo necesita sin terminar siendo un sospechoso como ocurre normalmente.

Para esto también es fundamental un buen entrenamiento. En la actualidad, modificaron los programas de estudio en la Escuela de Policía, prescindieron por motivos políticos de profesores de gran experiencia, eliminando horas de entrenamiento táctico en favor de horas jurídicas y de derechos humanos. Sin desconocer la gran importancia que estos conocimientos teóricos tienen para quienes ejercen esta función, no debería descuidarse el entrenamiento práctico, fundamental para estos jóvenes que comienzan y se exponen a peligros por su gran vocación por el cuidado de las personas y bienes de nuestra sociedad.
 
Por otra parte, se ha descuidado el control del estado físico de los policías, habiendo en nuestro país muchos policías con sobrepeso que evidentemente no pueden correr a ningún delincuente.

El entrenamiento físico y el estado físico es muy importante, pero es mucho más importante como ya fue mencionado, el estado psicológico en el que se encuentra el policía, debiendo saber que estará protegido siempre para el ejercicio de su función.

En ese sentido nada menor es el tema de la vivienda policial. Como fue señalado en una columna anterior, un censo realizado por el Ministerio del Interior hace ya cuatro años, constató que había 1.107 policías viviendo en asentamientos irregulares, lo cual representaba en ese momento, el 4,2% del total. Además, unos 764 manifestaron expresamente querer mudarse por vivir hostigados y amenazados en zonas conflictivas y sin los servicios básicos. Vemos que mientras algunos se ven forzados a abandonar sus viviendas para escapar del infierno en el que viven sus familias, otros, deben quedarse a pesar del miedo, porque no tienen ningún lugar adónde ir. Prueba de ello, es el incesante reclamo del sindicato policial, que insiste hasta ahora, en la imperiosa necesidad de mejorar el acceso a la vivienda, para que “los funcionarios que viven en los asentamientos y que se encuentran amenazados puedan mudarse”. Si bien se les retiene por ley a los policías en actividad, el 1% (uno por ciento) de sus sueldos para crear un fondo que se destine exclusivamente a viviendas, se desconoce qué destino le dio el Ministerio del Interior a los U$S 7 millones que denuncian los sindicatos tendrían acumulados.

Como ya lo hemos expresado, debemos ser conscientes del apoyo que necesitan quienes cumplen con la obligación de defender la libertad en el orden y actuar en consecuencia. El Partido Colorado tiene una notable experiencia en esta materia y resulta menester hacer acuerdos políticos con todos los partidos políticos, ya que se trata de un tema de todos. Y cuando está juego nuestra vida y nuestra convivencia, está en juego la propia democracia.



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