50 años de la muerte de Luis Batlle Berres: El Uruguay del optimismo

Al cumplirse, el martes 15 de julio, los 50 años del fallecimiento de Luis Batlle Berres, el Partido Colorado realizó un homenaje a su memoria, que desbordó la sede de la Casa del Partido. Abrió el acto el Secretario General del Partido Colorado, Cr. Max Sapolinski, brindando luego una semblanza del homenajeado el ex Presidente Dr. Julio María Sanguinetti. En la ocasión, además, se exhibió un documental realizado por Cinemateca hace algunos años y ahora remasterizado y actualizado. El acto incluyó la presentación del libro “El Uruguay del Optimismo” del ex Presidente Sanguinetti, un ensayo biográfico del líder recordado.

El Cr. Sapolinski citó párrafos fundamentales de discursos del Presidente Batlle Berres, referidos a la industria, a la consolidación de las clases medias, al trabajo nacional. Recordó que su familia era inmigrante y que había encontrado —en la época del líder recordado— el ambiente social y cultural para que pudieran integrarse al país y educar a sus hijos en un ambiente de libertad. Leyó unos pasajes interesantes del historiador nacionalista Lincoln Maiztegui, especialmente aquellos referidos a la defensa del trabajo nacional que hizo en los EE.UU. y de cómo su madre, muy blanca, vivó al Presidente. Ante la prgunta de si se había hecho colorada, dijo “batllista nunca, pero luisista sí”.

El Dr. Sanguinetti, por su parte, trazó una semblanza de Luis Batlle, ubicándolo como el continuador ideológico y popular del caudillismo de su tío José Batlle y Ordóñez, a quien sucedió como líder de masas en un contexto histórico distinto. La raíz de su ascenso político estuvo en la radio, instrumento desde el que libro sus grandes batallas por la libertad: la República Española, los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, la creación del Estado Israel, la Unión Democrática en Argentina, la producción nacional.
 
Diputado desde 1923, opositor al golpe de Estado de Gabriel Terra, sufrió el exilio y a su retorno, en 1936, volcó todo su esfuerzo en la reconstrucción del Partido. De su primera etapa como legislador se registra con destaque particular su actuación en la creación de Ancap, en 1929, en la que participó con el nacionalista Arturo González Vidart y, nada menos, con Don Eduardo Acevedo, el gran historiador, que será el primer presidente del ente de los combustibles.

Retorna a la Cámara de Diputados en 1942 y la preside durante todo ese período, con particular destaque. Viaja a Santiago de Chile a una reunión parlamentaria y allí pronuncia un gran discurso en que de modo encendido defiende la democracia de la sobrevivencia, aun entonces, del pensamiento totalitario de aquellos años. La preocupación venía de Brasil, con el Estado Novo de Getulio Vargas, y la Argentina, con una sucesión de gobiernos militares en los que había un filogermanismo y una influencia importante del pensamiento fascista.

A la muerte de Berrera, llega a la Presidencia y continúa el impulso agrícola de su predecesor, con importación de maquinarias y tecnologías nuevas aplicadas fundamentalmente al trigo. Lanza también su vigorosa campaña industrialista, que procura organizarse para la exportación. Su gran batalla no fue por la sustitución de importación que venía de muy atrás sino por exportar, por salir. Su lucha más ahincada es contra los proteccionismos de EE.UU. y Europa, a los que enfrentará con un vigor desusado para su tiempo.

Esa será una de los grandes emblemas de su actuación. Estaba convencido de que pasado el peligro fascista, nacía el comunista, en Europa y en América, y que sólo una democracia justa, que ofreciera trabajo, preservaría el supremo ideal de la democracia liberal. Símbolo de esa pasión por producir será la Gran Exposición que se realiza en el célebre edificio del Cilindro, construido al efecto y en triste hora demolido hace bien poco.

Era un agonista constante. Sentía que estábamos insertos en una enorme revolución social y política y que había que estar adentro de ella, sin apedrearla, tratando de moderarla cuando exagerara y de acelerarla cuando perdiera impulso. “El gobierno es acción”, decía; “prefiero equivocarme andando, que detenerme en la marcha”.
 
Creía en los jóvenes y a todos nos dio la oportunidad, subrayó Sanguinetti. En la primera presidencia lo acompañaron sus viejos compañeros, Arroyo Torres, los Rodríguez Correa, Forteza, Fariña, Basagoiti. Pero ya entonces trajo nuevas figuras. En la segunda presidencia aparecimos nosotros. Yo en 1953, con 17 años, trabajando en Canelones con Flores Mora, Michelini, Collazo y un grupo de mi tiempo.

Fueron años de modernidad. La nueva arquitectura hizo crecer las ciudades en altura. La propiedad horizontal cambió su fisonomía. En el plano cultural, Zavala Muniz y Óscar Secco Ellauri se alternan en el Sodre y el Ministerio de Instrucción. Se crean la Comedia Nacional, la Escuela de Arte Dramático de la que sale la más brillante generación del teatro uruguaya.

Tanto como la radio, el diario “Acción” fue una de sus grandes tribunas. Dirigía y escribía. Preguntado por su profesión, nunca dejó de decir “periodista”, aun cuando era Presiente de la República.

En 1958, con un país agobiado por la caída de los precios de las materias primas, pierde la elección. En 1962 casi logra el retorno, quedando a sólo 2% de la victoria. Va al Senado. Allí hace oir su voz con su vigor característico. Su salud, ya estaba quebrantada, aunque no amenguaba su capacidad y esfuerzo. El corazón se detiene en la madrugada de un 15 de julio, hace 50 años, recordó el ex Presidente Sanguinetti.

En el público se encontraban dos de los hijos del Presidente Batlle Berres: Jorge y “Pona”. Asimismo, estaban los candidatos colorados Bordaberry y Coutinho y los Senadores José Amorín Batlle y Tabaré Viera. También el diputado nacionalista Javier García y el ex Ministro Raúl Iturria.



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