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Motín en alta mar: cuando la pesca deja de ser trabajo y se convierte en caos

El episodio que protagonizó la tripulación del buque pesquero Cacique en pleno océano no puede minimizarse como un simple altercado laboral; constituye una señal alarmante de deterioro institucional en un sector vital para Uruguay.
Según denuncias formales ante la Prefectura Nacional Naval y la Administración Nacional de Puertos, una porción de la tripulación del Cacique se negó a efectuar el último lance —cuando ya faltaba poco para completar la faena y regresar—, argumentando la falta de suministro de alimentos. El capitán, ante la escalada de tensión, decidió volver al puerto con objetivo de evitar un conflicto mayor en alta mar, pese a la evidencia fotográfica de había alimentos suficientes.
Esto no fue una discusión común entre la tripulación, sino un motín en toda regla: un desafío directo al mando del capitán y una interrupción arbitraria de una operación registrada en el libro de navegación. Más allá del liderazgo cuestionado, el episodio expuso una falla sistémica de tolerancia institucional ante la violencia y el desorden durante la zafra pesquera que no nos cansamos de subrayar con preocupación.
Este suceso se enmarca en una temporada ya tensionada. Después de un paro sindical que paralizó la zafra durante 80 días, este motín suma incertidumbre a un sector golpeado por conflictos prolongados, falta de diálogo y prácticas violentas que socavan su estabilidad.
La resolución de este conflicto no puede pasar exclusivamente por medidas administrativas o judiciales (aunque también). Se necesita una estrategia multisectorial que recupere la jerarquía en el mar y garantice la seguridad en alta mar. El reclamo del director Jorge Gandini de adaptar los protocolos a normas internacionales de seguridad —como el Código PBIP— es urgente.
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