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Luis Tróccoli: un obrar con hidalguía y convicción
Por Gabriela y Roberto Pena Schneiter
En el día de mañana se conmemora un nuevo aniversario del nacimiento de don Luis Tróccoli. A través de la siguiente reseña evocativa se han intentado recobrar algunas cualidades de su personalidad así como algunos de los principios y valores de su “Batllismo en Idea y Acción”, los cuales resultan de importancia para estos tiempos en que muchos de ellos se han ido difuminando.
Rasgos distintivos
La relevancia de don Luis Tróccoli está centrada fundamentalmente en la actividad política y también en la dirigencia deportiva, en las que se destacó por trabajar con tenacidad, ardor y pasión. En el comienzo de esta reseña evocativa se repasan algunos rasgos distintivos de su figura, para lo cual se recurre a pasajes de la disertación del señor senador Carlos Cigliuti en el homenaje que realizara el Senado con motivo de su fallecimiento: “[…] personalidad de nuestro Partido, pero también del país, que tuvo una actuación muy intensa en ambas ramas del Poder Legislativo, en las que descolló por su laboriosidad, su inteligencia, su conocimiento de los problemas del país, su devoción por la causa pública y, especialmente, por su ilustración en materia económico-financiera que debatía y explicaba con verdadera predilección intelectual”. Asimismo, Cigliuti subrayaba que en la actividad parlamentaria Tróccoli “[…] se distinguió siempre por esa tarea noble, altruista y desinteresada que practicó. Tenía un modo directo de actuar en política; era infatigable en la atención de las obligaciones personales ante sus distintos compañeros y correligionarios que integraban con él algún grupo político […]”. Y, sobre su afición política, decía que tuvo “[…] un entrañable amor por su vieja divisa colorada de la que nunca abjuró, ya que la sentía como un mandato en el fondo de su corazón” (9ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 12/05/1992).
La protección del honor
Por esa actuación noble e impregnada de republicanismo tuvo muy presentes los derechos de la persona consagrados por la Constitución de la República. Dentro de estos, protegió con vigor el goce del honor, por ejemplo, cuando realizó como representante nacional las defensas de dos funcionarios públicos. En esa protección siempre amparó al hombre de bien y quiso que no quedara “[…] pesando en la Cámara una sombra injusta sobre su conducta”, porque a su juicio estos temas constituían un “[…] deber ineludible de orden social y de orden humano”. Estimaba “[…] que nada hay más importante para los hombres que su honor, que su dignidad, que su honrado vivir; y que venga por los caminos que venga la injusta negación de su honradez o aquello que macule su honor, todo se empequeñece y nada tiene importancia frente a lo que debe ser pensamiento y voluntad obsesionante de lograr una total y absoluta rehabilitación” (74ª Sesión Ordinaria –Extraordinaria–, de 8 y 9/11/1948, y 19ª Sesión Ordinaria, de 03/05/1950, de la Cámara de Representantes).
En esta misma línea, también se recuerdan algunas de sus palabras cuando realizó, en calidad de senador, las defensas del presidente y la vicepresidente del Concejo Departamental de Montevideo, por un artículo de prensa: “[…] estimo, en términos generales que, para el común de los hombres, seguramente, la mayor riqueza a que pueden aspirar es a la riqueza moral y que, particularmente, para los hombres públicos este aspecto de su acervo ético es fundamental, puesto que la opinión pública debe mirar la acción política desarrollándose con una total pureza. El ejercicio de la función pública, generalmente no da riqueza; generalmente empobrece, y no tiene, el hombre que desarrolla la función pública, seguramente, otra meta más enaltecedora que tratar de lograr el respeto, la consideración y la admiración a través de la bondad, de la obra que ejecuta y a través del camino de probidad moral que recorra para su realización. Cuando se ataca sin verdad y sin razón, falsamente, la reputación de los hombres que ejercen funciones públicas y ello se hace con sentido político como instrumento político, la opinión pública tiene el derecho a la prevención y al rechazo, frente a lo que constituye, sin ninguna duda, un arma inferior de lucha política” (26ª Sesión Ordinaria –Extraordinaria– de la Cámara de Senadores, de 29/05/1956).
En definitiva, don Luis Tróccoli nunca guardó silencio para combatir la sinrazón y la arbitrariedad, por eso, y en cualquier ámbito, siempre se sintió “[…] espiritualmente muy fuerte para luchar contra la injusticia y mala intención” (5ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 07/04/1964).
Respeto partidario y libertad individual
Siguiendo con su conducta parlamentaria, siempre trabajó por la unidad del Partido Colorado para el estudio y la resolución de urgentes problemas, y así se lo expresaba a sus correligionarios: “Tenemos una común tradición de lucha y comunes emociones; tenemos un común programa de ideas, nobles y justas, y tenemos una común aspiración de propender al impulso y engrandecimiento del país” (42ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 10/08/1955).
Pero también creía, por su tolerancia, en la absoluta libertad y total independencia del político, para lo cual se trae a la memoria cuando decía: “[…] reafirmo la libertad absoluta de todos los legisladores de moverse, si bien dentro de las disciplinas que les pueda imponer su partido en materia ideológica, con la total libertad de conciencia que les imponga manejarse según su leal saber y entender frente a los problemas de interés público, es decir, decidir con sus votos de la misma manera que se reclama la libertad absoluta y legítima también, para quienes fuera del Parlamento, desde la simple condición de ciudadano hasta la más alta jerarquía pública, reclaman también la libertad de poder emitir su opinión criticando o elogiando, según su leal saber y entender” (79ª Sesión Ordinaria –Extraordinaria– de la Cámara de Senadores, de 30/11/1955).
Consideración por el actuar humano
Don Luis Tróccoli hizo uso de la palabra en el Parlamento para referirse a distinguidas personalidades, destacando siempre de ellas su conducta responsable y virtud moral, como lo ha dejado demostrado en los siguientes casos: en la renuncia del doctor Francisco Forteza de presidente del directorio del Banco de la República (39ª Sesión Ordinaria –Extraordinaria– de la Cámara de Senadores, de 24/06/1958); en la solicitud del doctor Jaime Bayley de consentimiento del Senado para recibir empleo rentado del Poder Ejecutivo en el Servicio Exterior, de acuerdo con el artículo 122 de la Constitución de la República (53ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 13/08/1958); en el homenaje al doctor Mateo Legnani al cumplirse 50 años en el ejercicio de su profesión (90ª Sesión Extraordinaria de la Cámara de Senadores, de 17/12/1959), y en los fallecimientos de don Duncan Batlle Berres (93ª Sesión Extraordinaria de la Cámara de Senadores, de 23/12/1959), del ingeniero Manuel Rodríguez Correa (50ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 11/10/1961), del doctor Washington Abdala (53ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 10/09/1963) y del doctor Salvador M. Ferrer Serra (61ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 07/10/1963). También tuvo el honor y el privilegio de que la Mesa de la Cámara de Senadores lo designara para que hiciera uso de la palabra, en nombre del Senado, en los actos de sepelio de don Luis Batlle Berres y don Teófilo Collazo (50ª y 31ª Sesiones Ordinarias –Extraordinarias– de la Cámara de Senadores, de 15/07/1964 y de 22/07/1966, respectivamente).
Recapitulando sus disertaciones en todos los homenajes, siempre estuvieron presentes, entre otros, los siguientes conceptos, que también le cabrían a él, de esfuerzo, colaboración, probidad, austeridad, cultura, razón, amistad, justicia, humildad, estima, sabiduría, equidad, lealtad, reflexión, solidaridad, capacidad y optimismo; todos aplicados a cualidades de distinguidas personalidades. Personalidades, que, al decir de don Tróccoli, “sirven para que los hombres jóvenes podamos mirarles y lucirles como una expresión de la estructura moral y de la dimensión espiritual de nuestro pueblo, y de nuestra República”.
Proyectos de buena ley
En su trayectoria política, don Luis Tróccoli presentó numerosos proyectos de ley en conjunto con otros legisladores y a título personal, entre estos últimos se recuerdan tres que intentaban resolver problemas de orden social trascendentes en materia de educación física, enseñanza terciaria y vivienda.
El primero –con el espíritu de José Pedro Varela y complementando la Ley N° 3.789, de 07/07/1911– declaraba obligatoria la educación física para todos los habitantes del país hasta los 18 años de edad, y cometía a la Comisión Nacional de Educación Física la realización de convenios con las autoridades de Enseñanza Primaria y Normal, Secundaria y Preparatorios, así como con aquellas autoridades de organismos particulares similares, con la finalidad de reglamentar dicha actividad y establecer sus programas. Asimismo, dicha Comisión Nacional podía realizar convenios con todas aquellas instituciones deportivas que poseyeran predios y/o instalaciones deportivas útiles al cumplimiento de lo declarado. También el proyecto fijaba la ejecución de un plan de obras deportivas en todos los departamentos del país y creaba el Fondo de la Educación Física administrado por la Comisión Nacional de Educación Física (80ª Sesión Ordinaria –Extraordinaria– de la Cámara de Senadores, de 26/11/1963).
El segundo proyecto creaba el Fondo Ciudad Universitaria, con su correspondiente financiación, destinado a la construcción de nuevos edificios universitarios; a la ampliación, modificación o reparación de los ya existentes; a la adquisición de predios destinados al asiento de establecimientos de enseñanza, experimentación o investigación, y a la adquisición de equipos o demás elementos útiles a los servicios de enseñanza. En algunos pasajes de la exposición de motivos decía Tróccoli con veneración y autenticidad: “Esta debió haber sido –y lo es– la última ley de Luis Batlle. Suya fue la inspiración fundamental, reiterada en múltiples oportunidades a través del diálogo con autoridades universitarias […]. Este proyecto debió haber llevado su firma, lo que hubiera constituido para nosotros la compañía más honrosa a que pudiéramos aspirar, en la ejecución de un acto legislativo” (58ª Sesión Ordinaria –Extraordinaria– de la Cámara de Senadores, de 07/10/1965).
Y el tercero creaba el Instituto Nacional de la Vivienda Propia que tenía como cometido específico otorgar préstamos a los afiliados activos y pasivos de las Cajas referidas en el articulado del proyecto, con el fin de que estos construyeran su vivienda propia. En algunos pasajes de la exposición de motivos Tróccoli manifestaba: “La aspiración a la vivienda propia ha sido, y sigue siendo, una inquietud permanente en la esperanza de todo núcleo familiar. Se identifica, en buena medida, con un impulso a la seguridad y, constituye, sin lugar a dudas, uno de los temas fundamentales de la dinámica social de nuestro país. […] Y ello será logrado sin creación de impuestos, sin disminuir los ingresos de los beneficiarios, con la reducción de aportes que desahogarán a la industria y al comercio, y al propio Estado” (86ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Senadores, de 15/12/1965).
Hacia la revalidación de un justo reconocimiento
Como corolario de estas resplandecientes condiciones morales, intelectuales y políticas de don Luis Tróccoli, y ya que tanto su pensamiento liberal y humanista como su oratoria de “decir lo más hablando lo menos” despertó en gran parte de la ciudadanía un verdadero sentimiento de reconocimiento a sus talentos y virtudes, y, especialmente, de afecto y gratitud, sería oportuno que la bancada de representantes colorados promoviera la concreción de la publicación dedicada a él, la cual, por iniciativa del señor representante Antonio Guerra Caraballo, fue aprobada por resolución de la Cámara de Representantes. En el informe de la Comisión Especial para entender en las ediciones que acompañaba el proyecto de la citada resolución, entre otras cosas, se expresaba: “La Comisión ha procedido también a realizar una selección de personalidades cuya obra escrita, discursos, ensayos, artículos periodísticos o actividad parlamentaria, interesa preservar del olvido y difundir, no sólo entre los señores legisladores para enriquecer los elementos de juicio de que deberán disponer para el mejor cumplimiento de sus deberes como tales, sino también y como contribución al incremento de la cultura nacional, entre las bibliotecas y lugares de estudio de nuestros jóvenes” (62ª Sesión Ordinaria de la Cámara de Representantes, de 09/11/1993).
Para finalizar esta reseña evocativa se quiere expresar que hubo en don Luis Tróccoli un espíritu que ha servido y servirá de modelo. Ha enseñado “a observar aquellas leyes no escritas cuya sanción sólo reside en el sentimiento universal de lo que es justo…”, al decir del gran demócrata Pericles. Y ha trasmitido una ética que trae continuamente a la memoria al humanista Demócrito, cuando decía: “Debemos hacer todo lo posible para ayudar a aquellos que han padecido injusticias… Son las buenas acciones, no las palabras, las que cuentan…”.
Post scriptum
Al haberse conmemorado el pasado 25 de agosto los cien años de la inauguración del Palacio Legislativo, y dado el cariño que don Luis Tróccoli le tenía por lo que representa democrática y culturalmente, se quiere además expresar un reconocimiento a todos los funcionarios del Poder Legislativo, en particular a los de su Comisión Administrativa, los cuales desde su creación han prestado servicios con predilección y ahínco, así como también han manteniendo viva la piedra fundamental de don José Batlle y Ordóñez. De entre ellos se desea destacar, con gratitud, a don Ángel Venturini.
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