La urna que hizo historia

Por Laura Méndez

Cerro Chato fue el escenario, pero el acto venía gestándose desde años más atrás, diríamos desde aquel 1911 cuando José Batlle y Ordóñez comenzó a escribir en el diario El Día bajo el seudónimo de “Laura”.

En sus artículos como Laura, Batlle argumentaba que la mujer debía tener los mismos derechos civiles y políticos que el hombre, incluyendo el derecho al voto. También defendía su acceso a la educación, al trabajo y a una vida libre de subordinación. Este recurso literario-político fue especialmente notable porque José Batlle y Ordóñez, además, era el director de El Día. En un contexto donde incluso dentro de sectores progresistas el sufragio femenino era resistido, que un líder político de su talla -presidente de la República en dos ocasiones- adoptara ese seudónimo para hablar sobre los derechos de las mujeres fue una señal muy fuerte del compromiso del batllismo con la ampliación de ciudadanía.

Pasaron los años, y en el mes de julio de 1927, en un pequeño rincón del interior de nuestro país, ocurrió un hecho silencioso pero revolucionario: una mujer depositó por primera vez su voto en una urna. Fue en Cerro Chato, durante un plebiscito local que definía la jurisdicción administrativa del pueblo. Donde se discutía a qué departamento -Durazno, Florida o Treinta y Tres- debía pertenecer esta localidad. Las mujeres fueron incluidas en el padrón.

La particularidad fue que las mujeres registradas pudieron votar, ya que la legislación municipal no lo prohibía expresamente. Ese vacío legal fue aprovechado con sabiduría por la comunidad, y marcó una diferencia sin precedentes.

Ese 3 de julio de 1927 no hubo cámaras, ni cadenas nacionales, ni redes sociales. Hubo solo una mujer, una urna, y una convicción: que también era ciudadana. Desde Cerro Chato, se alzó un voto que resonaría en todo el país durante las décadas siguientes, y que hoy seguimos escuchando como un eco.

Su voto fue más sonoro que muchos discursos.

Lo que parecía hasta entonces una simple consulta territorial fue el escenario de este acto democrático de un significado inmenso, que se convirtió en un hito para los derechos políticos de las mujeres en nuestro país y en América Latina. Máxime si tenemos en cuenta que recién en 1932 se aprobó la ley que habilitó a las mujeres a votar en elecciones nacionales, y en 1938 pudieron ejercer ese derecho por primera vez.

Estamos a dos años de celebrar los 100 años de ese acontecimiento que nos marca como un país de vanguardia en cuanto a los derechos civiles de las mujeres. Pero, casi un siglo después, aún nos debemos muchas conquistas. La subrepresentación de las mujeres en cargos de poder, las barreras simbólicas y culturales, y la resistencia a liderazgos femeninos muestran que la lucha por la igualdad en la vida política y económica aún continúa.

Una mujer, una urna y una historia que empezó en 1927. Un pequeño pueblo que hizo grande nuestra democracia.

Nosotras, las mujeres de este país, aún estamos en debe con aquella mujer anónima que inició ese camino. No le dimos una medalla ni un monumento. Pero tal vez le debamos algo más difícil: estar a su altura.