Es tendencia

Por Susana Toricez

La salud mental sigue fuera de la agenda pública: una omisión que condena a inocentes y deja a toda la sociedad desprotegida.

“Es tendencia”.

Dos palabras que hoy definen aquello de lo que todos hablan al mismo tiempo.

Lamentablemente, hoy la tendencia es la salud mental.

Los recientes hechos que enlutan al país nos obligan a detenernos y pensar cuán desamparados estamos en este aspecto.

Un ejemplo cercano: el hijo de una compañera de trabajo se casó con su novia de hacía dos o tres años. Fuimos a la fiesta: hermosa, los novios felices. Poco después nació una niña. Con el tiempo, la pequeña comenzó a visitar a su abuela paterna, y esta también la visitaba en su casa.

Un día, al salir de la casa de su hijo, mi compañera recibió un curioso llamado de una vecina, que le pidió entrar discretamente a su casa. Allí, tras muchas disculpas, le confesó que su nuera era muy violenta y golpeaba a la niña.

Alarmada, mi compañera le comentó la situación a su hijo, pero él no le creyó una palabra. Desde entonces, cada vez que la nieta la visitaba, intentaba observar su cuerpo. Con dolor comprobaba que tenía golpes visibles, marcas que hablaban por sí solas. La niña, sin embargo, nunca respondía a sus preguntas.

Entonces comenzó a sacar fotos, consultó a un abogado y, tiempo después, presentó una denuncia. Lo hizo contra la voluntad de su hijo y de su nuera.

La investigación reveló lo que nadie había imaginado aquella noche de boda: la joven registraba antecedentes de trastornos psiquiátricos graves, con internaciones previas y un diagnóstico de bipolaridad severa. Finalmente, un juez otorgó a mi compañera la tenencia de su nieta.

Nadie pide la historia clínica de quien va a ser su pareja. Y es ahí donde vuelvo al comienzo: estamos desamparados. Porque las enfermedades mentales están más cerca de lo que creemos, en un vecino, un familiar o incluso en uno mismo.

Sin embargo, en nuestro país la salud mental jamás ha sido prioridad para el Ministerio de Salud. Y hoy sufrimos aún más ese abandono, agravado por las adicciones que avanzan sin freno.

Una triste realidad que pagan los más inocentes y vulnerables. Porque, al final, desprotegidos estamos todos.