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El proyecto “refundacional” del Frente para Montevideo

Si hay una palabra que debería estar vedada para el Frente Amplio en Montevideo, esa es refundacional. Sin embargo, Verónica Piñeiro, candidata a la Intendencia y jerarca de la administración Cosse, la pronuncia con absoluta liviandad, como si el FA acabara de llegar a la capital, como si su partido no llevara 35 años consecutivos al frente del gobierno departamental. No 3, ni 5, ni 15. Treinta y cinco. Una generación entera. Y aun así, luego de más de tres décadas de administración frenteamplista, resulta que ahora —recién ahora— hay que refundar la gestión en movilidad y limpieza. Lo dice alguien que estuvo adentro, que ocupó un cargo de responsabilidad y que participó del diseño y ejecución de las políticas que hoy se confiesa incapaz de defender. Y lo hace sin el más mínimo sonrojo.
Esta es la lógica que enerva al montevideano común, que está harto de vivir en una ciudad mal iluminada, con veredas rotas, basura desbordando los contenedores y embotellamientos en avenidas que parecen escenario de pruebas de paciencia y no de tránsito fluido. Lo que molesta no es solo la ineficiencia: es la impunidad discursiva, esa capacidad para hablar como si nunca hubieran sido responsables de nada. La candidata Piñeiro no es una outsider, ni una crítica interna, ni una activista independiente que señala lo que otros no ven. No. Es parte del núcleo duro que gobernó la Intendencia. Y ahora propone refundar lo que ella misma ayudó a construir.
¿Dónde estuvo todo este tiempo la pulsión refundacional? ¿No defendió a capa y espada los gastos millonarios en espectáculos culturales mientras se acumulaban los residuos en los barrios periféricos? ¿No fue parte de la administración que lanzó con bombos y platillos un plan de limpieza que, a juzgar por los resultados y sus propias palabras, fracasó rotundamente?
Hay que tener coraje —pero también cierta cuota de cinismo— para pedir el voto ciudadano con el argumento de que ahora sí va a cambiar todo, que ahora sí viene la transformación verdadera. ¿Y antes? ¿Qué fue todo lo anterior? ¿Un ensayo? ¿Un simulacro de gestión?
Piñeiro dice que quiere que los montevideanos “se bajen del auto” y “elijan el transporte público”. Pero ¿qué transporte público? ¿El mismo sistema que, por décadas, el Frente Amplio ha sido incapaz de renovar, de hacer eficiente, de convertir en una alternativa real para el trabajador que cruza media ciudad cada día? En la narrativa de esta candidata, el problema nunca fue la ineficiencia de los gobiernos frenteamplistas sino la falta de voluntad del ciudadano que, obstinadamente, se resiste a subirse a un ómnibus que no cumple con las condiciones mínimas de puntualidad, limpieza y seguridad.
¿Y qué decir de las ideas para crear un sistema de transporte público municipal? Otra “gran transformación refundacional” que, como tantas otras, no supera la categoría de eslogan de campaña. Porque si después de 35 años de gobierno no fueron capaces de gestionar con eficacia ni el barrido de calles, ¿quién puede creer que estarán en condiciones de operar un sistema de transporte público propio sin convertirlo en otra caja negra de clientelismo, déficit y sindicalismo paralizante?
La candidata, por supuesto, no se hace cargo de nada. Habla como si recién hubiera desembarcado en la administración pública desde una ONG nórdica, con ideas frescas, manos limpias y una mirada técnica e innovadora. Pero cada afirmación que hace, cada promesa que lanza, es una confesión tácita de los fracasos acumulados. Porque si hoy, después de 35 años, hay que refundar Montevideo, entonces el Frente Amplio es responsable de haberla destruido o, al menos, de haberla condenado a la parálisis.
Lo más preocupante es que este discurso, lejos de ser una excepción, es parte de una narrativa que se ha instalado en el oficialismo departamental: la de que todo está por hacerse, que hay que “transformar”, “reconfigurar”, “dar batallas culturales”. Y mientras tanto, el contribuyente ve cómo los impuestos suben, cómo la tasa de recolección de residuos se encarece, cómo los barrios se llenan de basurales incontrolados y cómo los árboles enfermos se desploman sobre autos y veredas sin que nadie asuma responsabilidades.
Montevideo no necesita refundarse. Necesita que quienes la gobernaron durante 35 años se retiren, pidan disculpas y dejen lugar a quienes sí tienen ideas claras, compromiso de gestión y, sobre todo, respeto por el ciudadano. Porque si algo ha quedado claro es que la única refundación que Montevideo necesita, es la del sentido común. Y para eso, el primer paso es decir basta a quienes, después de décadas de poder, todavía tienen el tupé de hablar como si recién empezaran.
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