Una semana, qué semana



Con estas palabras, el ex Presidente Sanguinetti tituló su habitual columna en el diario El País del domingo. La reproducimos para nuestros lectores.

El presidente Trump ha insistido estos días en que está esperando que China proponga algo, como si todo este desbarajuste no hubiera partido de su propia iniciativa. Personalmente seguimos sin entender que para competir con China (de eso se trataba, ¿no?) había que declarar la guerra comercial al mundo entero, dividir Occidente, violar los tratados con sus vecinos, ignorar todo el Derecho Internacional, defender a la Rusia agresora y dejar establecido que la palabra de los EE.UU. no vale. Tanto o más que cualquier arancel nos preocupa ese declive moral de un liderazgo que hizo grande a Occidente con su compromiso por la libertad y el derecho.

La muerte de Mario Vargas Llosa ha reencontrado a nuestra América Latina con lo mejor de sí misma, su arte, su literatura y esa alma fantasiosa que inspira aun a los europeizados del Sur. También nos ha puesto delante del espejo de un continente que se abrió en el siglo XIX a las ideas liberales pero con una carga de romanticismo épico que las ha transfigurado en la adoración a caudillos autoritarios. La metamorfosis de la revolución cubana de sueño en amarga pesadilla puso a prueba la honestidad de nuestros intelectuales hasta entonces llamados de izquierda. Mario y Octavio Paz fueron los héroes mayores de esa batalla que aún se libra. Tuvieron que pagar caro cuestionar el despotismo. Lo vivimos muy de cerca. Como disfrutamos largas charlas y periplos por las librerías montevideanas que Mario idealizaba. Sus novelas están más allá de la peripecia histórica de nuestra generación. Han traspasado la prueba del tiempo. Ya son clásicas.

También perdimos a otro amigo, creador de mundos: Wifredo Díaz Valdez. Modesto carpintero rural, nacido en la campaña de Treinta y Tres, haciendo cajas y cajitas, articulando maderas, se fue erigiendo en un artista de asombrosa originalidad. Desarmó guitarras, postes, postigos, violines, palotes de amasar y los rearmó sin clavos, dándoles movimientos. Lo que los cubistas habían hecho en el plano de un lienzo con la representación de los objetos, de las cosas, Wifredo lo hizo con ellas mismas en su materialidad. Vivió 93 años. Alcanzó el reconocimiento en su exposición del Museo Nacional, aún abierta, y la permanente en el MACA de Pablo Atchugarry, que -escultor al fin- entendió desde el primer día lo que eran estos objetos reconfigurados.

Un nuevo capítulo del interminable divorcio de la Argentina con el dólar se ha escrito estos días. Salió del “cepo” … No del todo, pero se pueden comprar dólares sin ir preso. Y el mercado parece responder con una calma inédita. La devaluación (o como quiera llamársela) no ha sido grande. El FMI no solo ha bendecido un programa, sino que ha recompuesto las reservas y eso abre una expectativa optimista. Todos queremos creer que la revolución de la “normalidad” sea posible. Eso sí: la confianza no es solo el dólar. Es un clima nacional. Insultar a los periodistas, agraviar a economistas serios, descalificar a la vicepresidenta o maltratar a sus socios políticos, instala una fuerte duda sobre la real condición liberal (y democrática) del presidente de la República.

En Ecuador volvió a perder el populismo autoritario de Correa. Es una gran noticia para la democracia latinoamericana. Las encuestas, una vez más, erraron. Ganó Noboa y ganó bien, por distancia. Es joven, impetuoso, rico, inteligente, aunque a veces algo atropellado. Le deseamos la mejor suerte. La necesitamos.

No hay como estar en el gobierno para que estallen bombas inesperadas. Le pasó a nuestro presidente con su ministra de Vivienda. No la conocemos personalmente, pero nos resulta simpática, por su vida algo novelesca. Pero su situación personal era insostenible. La cuestión no fue tanto que debiera 50 mil o 100 mil pesos, aunque sea importante. Mucho más lo es que un ministro de Vivienda no asuma que en este país, desde inmemorables tiempos, se paga la Contribución Inmobiliaria o -aún peor- el sagrado impuesto de Primaria, que ha sobrevivido a todas las reformas tributarias como homenaje a nuestra escuela pública. Es demasiado. Vivió en Francia y fue allí hasta pequeña empresaria. Sabe cómo es la vida de trabajo en nuestro mundo. Es un imperativo categórico de calificación, dijera el maestro Kant, que un ministro de Vivienda sepa y reconozca qué impuestos pagan las viviendas. A regañadientes dio el paso al costado y le resolvió el problema al presidente. Deja como saldo una increíble soberbia del MPP diciendo que no “creemos en la clase política y somos parte del pueblo representando al pueblo”. Descreyendo de la “clase política” así fue que hace sesenta años nos metieron en la violencia y terminamos con un nefasto golpe de Estado.

Poco se oyó esta semana de la campaña por las Intendencias. Salvo una encuesta que dice que Montevideo no estaría perdido para la Coalición Republicana. Si es así, depende de que nuestra candidata colorada Virginia Cáceres, abogada, joven, aunque ya con años en la vida política, sea más conocida por el electorado. Reconozcamos que los colorados no estamos haciendo todo el esfuerzo necesario y que los blancos no tienen claro que solo con Lema no alcanza.

Antes se decía que en la Semana de Turismo no pasaba nada en ningún lado y que el año uruguayo empezaba cuando entraba el ultimo ciclista a Montevideo. Esta vez, no ha sido así y de ahí estas apostillas con tantas puntas a la vez.