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El Banco País
Por Susana Toricez
Del débito automático al reclamo eterno: crónica de un absurdo uruguayo.
Paso por una farmacia y compro únicamente un artículo.
Pago con tarjeta de débito del BROU y, en el camino de regreso, me doy cuenta de que me habían cobrado mal.
Vuelvo, reclamo, se disculpan y allí mismo me hacen una devolución, por la que me entregan un voucher que decía “Devolución online”.
En lugar de $1.800, me habían cobrado $3.600, como si hubiera comprado dos.
Entendí que, ya que el pago es al instante, la devolución sería igual.
¡Pues no, señor! Dos días después, y luego de reclamar en la farmacia, envié primero un mensaje al WhatsApp del banco y luego un correo electrónico al BROU.
Automáticamente, un texto predeterminado me responde que debo concurrir a una sucursal. ¡Caramba! ¿Para solucionar un error del comercio o, en definitiva, del propio banco, yo tengo que ir a una sucursal?
Rabia, impotencia, ¡malas palabras!
¿Perder un día entero viendo la lentitud y displicencia con que te atienden?
Lo triste es que nadie se hace cargo de nada. Nadie.
Ni del dinero, ni de mis reclamos, y, obviamente, tampoco de mi enojo.
Vuelvo a llamar y, otra vez, la grabación: “Nuestros operadores están todos ocupados, aguarde en línea (hasta que se corte, les falta decir) que será atendido”.
Conclusión: cinco días después, aún sigo sin recuperar el dinero. El comercio dice que no devuelve efectivo, y el banco no me lo acredita.
¿Qué se hace, entonces? Agua y ajo.
Para el “banco uruguayo”, el “banco de todos”, el cliente no es prioridad.
Si vas a una sucursal, es para sacar número y observar a los empleados conversando entre ellos, que impunemente siguen como si no hubiera veinte personas esperando.
Encima, si te solucionan algo, hay que agradecer como si fuera un gran favor que te hacen.
Ni siquiera tienen la habilidad de rendir honor a los salarios de privilegio que tienen.
¡Pobre Uruguay!
Lo único acertado del banco es el eslogan que usan para promocionarse:
“Banco República, el banco país”.
Así estamos.
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