Crisis sin freno en Francia: Bayrou cae y Macron debe resetear el gobierno



Entre la austeridad y el descontento, Francia se enfrenta a su mayor prueba política en años: la caída de Bayrou deja a Macron ante un tablero de incertidumbre y urgencia.

La reciente caída del primer ministro François Bayrou, tras perder una moción de confianza en la Asamblea Nacional, marca un nuevo capítulo en la inestabilidad política que atraviesa Francia. La votación fue categórica: 364 legisladores dijeron “no” frente a apenas 194 a favor, cerrando un mandato que apenas duró nueve meses.

Bayrou había apostado todo a un severo plan de ajuste: recortes por €44 mil millones, eliminación de días feriados y congelamiento de beneficios sociales. El paquete, presentado como indispensable para contener una deuda pública que ya supera el 114 % del PIB, terminó por aislarlo incluso de sus aliados moderados y precipitó su derrota parlamentaria.

Con la salida de Bayrou, Emmanuel Macron debió designar a su tercer primer ministro en poco más de un año, un reflejo de la creciente dificultad del presidente para sostener mayorías estables y avanzar en sus reformas estructurales.

El pasado martes 9, Macron nombró a Sébastien Lecornu, hasta entonces ministro de Defensa, como nuevo primer ministro. A sus 39 años, Lecornu se convierte en uno de los jefes de gobierno más jóvenes de la historia contemporánea francesa.

Su designación, anunciada apenas un día después de la caída de Bayrou, buscó transmitir rapidez y control en medio de la crisis. Político de origen en la derecha tradicional, considerado un “gaullista social”, Lecornu se integró al movimiento de Macron en 2017 y desde entonces ha cultivado un perfil de discreción y fidelidad.

En Defensa, condujo el ambicioso plan de modernización militar con un presupuesto de hasta €413 mil millones hacia 2030. También acumuló experiencia en la gestión de crisis sociales, desde los “chalecos amarillos” hasta los disturbios en las Antillas francesas en 2021 y 2022. Leal a Macron y sin aspiraciones presidenciales propias, es percibido como un “soldado político” dispuesto a asegurar continuidad y orden.

El relevo en Matignon no logró calmar la calle. Miles de ciudadanos salieron a protestar bajo la consigna “Block Everything”, obligando al despliegue de 80.000 policías para contener bloqueos y cortes.

Lecornu asume en un clima de tensión máxima: la izquierda de Jean-Luc Mélenchon ya anticipó que impulsará una moción de censura si el nuevo gobierno evita someterse a un voto de confianza al regreso del Parlamento.

El presidente necesita que Lecornu logre algo que Bayrou no consiguió: negociar un presupuesto para 2026 en una Asamblea sin mayorías claras. El escenario obliga a tender puentes con sectores adversarios, desde socialistas hasta la derecha radical, y pone a prueba la capacidad de un primer ministro que deberá combinar pragmatismo con autoridad.

Los mercados reaccionaron con inquietud ante la sucesión de crisis en el gobierno. Con una deuda elevada, déficit creciente y un vacío de confianza política, las agencias de calificación alertan sobre un posible deterioro de la solvencia francesa.

Francia ingresa en una etapa decisiva. La caída de Bayrou simboliza el agotamiento de un ciclo de austeridad sin consenso, mientras que la llegada de Lecornu representa la apuesta de Macron por un perfil leal y negociador capaz de restaurar la estabilidad.

Pero el tiempo juega en contra: con la calle movilizada, un Parlamento fragmentado y apenas dos años por delante de mandato, el presidente francés afronta quizá su desafío más complejo desde que llegó al Elíseo.