Crecimiento en pausa: los primeros signos de alerta en la economía uruguaya



La economía uruguaya acumula trece meses de crecimiento, pero los indicadores adelantados revelan un estancamiento preocupante y la ausencia de nuevos motores productivos.

En agosto, Uruguay acumuló trece meses de actividad en alza, según el Índice Líder de CERES, con una variación mensual de apenas 0,1 %. Aunque el número mantiene la tendencia positiva, las sombras del segundo semestre ya se filtran con claridad.

Ese 0,1 % es la confirmación de una desaceleración en el ritmo económico: el ILC sigue creciendo, pero con cada vez menos impulso. Para CERES, "no se observan nuevos motores de crecimiento" que sostengan esta tendencia más allá de los primeros seis meses del año.

El Índice de Difusión, que mide cuántas de las variables que componen el ILC están al alza, alcanzó un 71 % en agosto. Aunque a simple vista parece robusto, es una caída importante respecto a registros en meses anteriores, indicando que el crecimiento ya no es transversal, sino más concentrado en sectores aislados.

Hasta ahora, la economía ha sido impulsada por sectores puntales: turismo, reapertura de la refinería de Ancap y especialmente las exportaciones de carne bovina. Sin embargo, este modelo tiene fecha de vencimiento si no se incorporan nuevos sectores o políticas activas que diversifiquen la base de crecimiento.

Los bancos y el Ministerio de Economía proyectan un crecimiento del PIB cercano al 2,5 %. Pero estas estimaciones descansan en supuestos que hoy lucen frágiles, si el dinamismo no se reanuda. La ausencia de nuevos motores económicos y el enfriamiento evidenciado en los indicadores anticipados amenazan con derribarlas.

En suma, la economía uruguaya sigue creciendo, pero cada vez más despacio. Los datos recientes del ILC muestran una expansión sostenida, pero sin expansión real. La dependencia en sectores maduros, la falta de nuevos impulsos y una cobertura decreciente en actividades económicas clave reflejan que, más que celebrar el crecimiento, debería encenderse una alarma por su fragilidad.

Si no se actúa, este ritmo sin brío puede convertirse en estancamiento hacia el final del año. Las luces de alerta no son proyecciones lejanas: ya están encendidas.