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Varadero a la vista
Por Susana Toricez
Cuando el celular pesa más que el paciente, la medicina pierde su esencia.
Siempre consideré que cada uno de los uruguayos debe aportar su granito de arena para superarnos como país, día a día.
Debemos señalar lo que no está bien y no ignorar a quien procede mal. Es una manera de colaborar con el bien común. No es el silencio cómplice el que nos beneficiará. Hay que sacar a la luz las sombras de quienes destruyen.
Creo que necesito anteojos. Consigo hora para consulta con un oftalmólogo… ¡para dos meses y medio después!
La consulta comienza a las 10.00. Tengo el número 3. Empieza a llamar recién a las 10.25.
Me recibe una doctora hablando por celular. Me hace una seña para que tome asiento. Me entero de que la semana próxima se va de viaje y parece que se le han complicado los trámites de su licencia.
Siempre hablando por celular, me indica que mire la pantalla y me señala números y letras.
Levanta la voz, visiblemente malhumorada. Tiene pasajes para Varadero y no puede permitir que le compliquen los planes.
Me señala la pantalla y digo: “dos, ocho, cero”. Cambia y ahora digo: “A, Z, Q”.
No va a aceptar que no le confirmen la licencia. La semana que viene se va, sí o sí.
Simultáneamente a su conversación (y con una sola mano) me va dando distintos anteojos de diferentes medidas.
Espero a ver si deja el celular, pero con una seña me indica que me los pruebe.
Con algunos veo perfecto, con otros no.
Molesta e impotente, me quedo callada observándola.
Al fin termina la acalorada conversación telefónica. Entonces le digo:
—Discúlpeme, ¿podría hacerme el examen nuevamente? Porque si necesito anteojos que me van a durar algún tiempo, quiero estar segura.
Mientras me entrega algo escrito, me responde muy molesta:
—¿Usted está dudando de mi capacidad como profesional?
Su insolente pregunta me dejó sorprendida.Aun así, me puse de pie y le contesté:
—Su capacidad profesional no la conozco. Pero sí dudo de su educación, de su empatía, de su humanidad… y dudo que pueda atender bien a un paciente si no deja de hablar por teléfono.
Dicho esto, me retiré. No iba a ponerme a discutir con alguien que tan alevosamente me ignoró como paciente.
Salí con una receta en la mano, pero sin prestarle atención, me fui directo a pedir turno con otro oculista.
Desconozco cómo son los controles, pero consideré que era mi deber informar lo sucedido a la Dirección Técnica de mi mutualista.
Ahora sí puedo decir claramente que dudo de su capacidad. Porque un médico que no prioriza al paciente no es buen profesional.
De lo que no tengo dudas es de que en su licencia se irá a Cuba en LATAM, desde el lunes 11 hasta el viernes 29, inclusive. |
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