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Juntos pero no revueltos
Por Fátima Barrutta
La renuncia de Pablo Caram y Valentina Dos Santos es la crónica de una muerte anunciada.
Cuando el diario El País develó la trama de pagos irregulares de horas extras en la Intendencia de Artigas, el entonces intendente procuró ganar tiempo, alegando al directorio del Partido Nacional que presentaría pruebas contra esa imputación.
Pasaron los meses y esas pruebas nunca aparecieron.
Es válido cuestionar a los blancos por su inacción en ese sentido y que los uruguayos debiéramos esperar hasta la formulación de una sentencia judicial para hacer lo que debía hacerse: emplazar a Caram y sus familiares a renunciar a sus cargos y a su colectividad política.
Era una intendencia que ya venía manchada desde el período anterior por señalamientos ciertos de nepotismo, pero su partido nada había hecho entonces, amparado en la indudable popularidad y éxito electoral de esa familia.
La reacción del partido mayoritario de la coalición es hoy muy justa (dista mucho de la manera como los frenteamplistas atornillaron en sus cargos hasta el final a notorios corruptos), pero tardía.
Para los que participamos en el gobierno de coalición y compartimos sus positivas políticas en materia de economía, salario y empleo, nos queda un sabor amargo. Iremos hasta el final con una alternativa centrista, que se oponga al colectivismo flagrante del Frente Amplio, pero eso no nos obliga a callar en la denuncia de las malas prácticas políticas que, más que nunca, debemos condenar y abolir.
Vamos juntos, en la defensa de un Uruguay republicano y liberal donde se viva en paz y cada persona pueda labrar su propio destino, pero la tolerancia que pregonamos no será nunca con el delito ni con el manejo irregular de los recursos públicos.
Juntos pero no revueltos.
“Vale emprender”, titulaba una de las imputadas un programa en el que se promocionaba políticamente en su departamento, haciendo un juego de palabras con su nombre de pila. Pero no vale todo.
El Partido Colorado estará siempre del lado de la legalidad y del manejo austero y responsable de los recursos.
No somos inmunes al virus de la corrupción, que depende de la ética de cada persona, pero actuamos rápida y certeramente en su eliminación, apenas es descubierto por nosotros mismos o por otros.
No es casual en tal sentido que uno de los ediles que ha tenido la voz cantante en estas denuncias sea de nuestro partido: Daniel Argañaraz se expresó duramente contra los imputados -como corresponde a un ciudadano honorable que se repugna ante la corrupción- y cuestionó la lentitud de respuesta del Partido Nacional ante responsabilidades que eran evidentes desde hace meses.
“¿Qué hará el partido de Aparicio Saravia, el partido de las leyes, con estos personajes?”, se preguntó Argañaraz.
Y nosotros agregamos: ¿sucumbirá al supuesto rendimiento electoral de estos dirigentes o removerá a su elenco político artiguense, dando una muestra clara y contundente del fin de estas corruptelas?
La benignidad de las sentencias, obtenida en el marco de la reforma del Código Penal, es materia opinable.
Las redes sociales estallaron en reproches por un caso de corrupción que se paga con horas de trabajo comunitario, mientras delitos de menor cuantía cometidos por ciudadanos comunes ameritan la cárcel.
Es posible que esta incoherencia deba revisarse en el futuro.
Lo que es seguro es que este tipo de delitos hieren en lo más profundo la credibilidad del ciudadano de a pie en el sistema político.
En Artigas y en todos los departamentos del país, la gente sabrá decidir entre quienes utilizan el Estado para su beneficio personal y familiar y quienes, a la inversa, dedican sus mayores fuerzas y desvelos a la construcción de un Estado que defienda a los más débiles.
Es tan simple como eso.
Y ya sabemos de qué lado está el Batllismo, desde su origen en los albores del siglo XX. |
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