Silencio de radio
Viernes 6 de junio de 2025. Lectura: 2'
Dos muertos por hipotermia. Dos uruguayos fallecidos en plena calle, por frío, por abandono, por falta de refugio, por ausencia de respuesta. El drama de todos los inviernos ha vuelto, pero esta vez con una diferencia notable: el silencio ensordecedor del Frente Amplio.
No hay tuits indignados. No hay comunicados agitados. No hay declaraciones apremiantes ni marchas relámpago. No hay fotos con frazadas ni discursos sobre “derechos humanos”. Esta vez no. Esta vez gobiernan.
En julio de 2020, en una situación semejante, la entonces diputada comunista Micaela Melgar —hoy directora en el Mides— escribía en redes: “La muerte de una persona en calle es responsabilidad del Estado siempre, y nunca de los trabajadores. Las autoridades no tienen un plan invierno, no tienen centros de emergencia climática; los trabajadores no tienen herramientas. La responsabilidad es del Estado, de nuevo.”
¿Y ahora? ¿Ahora que el Estado está en manos del Frente Amplio? ¿Ahora que el plan invierno depende de ellos, que los recursos son administrados por ellos, que las decisiones las toma su gente? ¿Qué dice Melgar hoy? Nada.
Y esa “nada” duele. Porque confirma lo que siempre supimos: que la indignación era selectiva, que la compasión era instrumental, que el dolor ajeno servía mientras rendía políticamente. Que el drama de la calle solo merecía atención si podía ser usado en contra del gobierno anterior.
Hoy, cuando el gobierno es propio, la muerte molesta. No conmueve: molesta. Molesta porque obliga a dar explicaciones. Porque evidencia ineficiencia. Porque expone el contraste entre la prédica altisonante y la realidad cruda. Y entonces se apela a lo de siempre: se baja el perfil, se relativiza, se echa la culpa a “lo estructural”, al “modelo”, al “sistema”. Pero no se actúa.
Mientras tanto, en la calle, el frío sigue matando.
Los mismos que en la oposición denunciaban sin titubeos, que acusaban al Estado de abandono, que exigían medidas urgentes y centros climáticos de emergencia, hoy miran para otro lado. La indignación quedó archivada junto con las pancartas.
Pero los muertos no son distintos. Las temperaturas son las mismas. La precariedad también. Lo único que cambió fue el color del gobierno. Y con él, la vara de medir.
La muerte en la calle sigue siendo responsabilidad del Estado, señora Melgar. Usted lo dijo. Lo escribió. Lo gritó. ¿O acaso ahora no?
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