Orsi y sus amigos



El presidente?Orsi protagonizó esta semana lo que debería haber sido un acto diplomático serio, pero en la práctica no fue más que un desfile ideológico: primero, la cumbre “Democracia siempre” convocada por Boric en Santiago, con invitados ilustres como Lula, Sánchez y Petro; luego, la recepción pomposa al presidente español Pedro Sánchez. Dos eventos, un solo hilo conductor: amiguismo político por encima de todo.

Arranquemos por Chile. Orsi viajó a ver a Boric, quien ya había marcado la escena con su preocupación por la democracia (¿o por limpiar su imagen en declive?). Allí Orsi se sumó al coro de discursos vacíos sobre polarización y defensa de la democracia, sin mencionar, sin importar, los casos concretos de corrupción que salpican a varios de los participantes (y a los amigos que no pueden invitar). Porque claro, no es cómodo hablar de eso cuando te codeás con ellos en un almuerzo.

Ahí estaba Gustavo Petro, cuyo gobierno está hoy más manchado que limpio. El escándalo de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), con sobornos millonarios para asegurar apoyo político interno, no solo sigue abierto, sino que implicó detenciones de altos funcionarios como Carlos Ramón González, ex Departamento Administrativo de la Presidencia (DAPRE) de Petro. Pese a ello, Orsi habló de fortalecer la democracia junto a él.

También estuvo un Lula políticamente débil, cuya hoja de vida no es necesario recordar; y Boric, anfitrión que, si bien criticó a los autoritarios, actúa más como showman político que como defensor de una agenda con contenido. Y, por supuesto, Sánchez, cuyo currículum reciente incluye investigaciones por corrupción interna: su mujer Begoña Gómez investigada por tráfico de influencias, excolaboradores clave en la cárcel, grabaciones con prostitutas, malversación de contratos y acusaciones por pagos indebidos a cambio de favores en licitaciones.

Y entonces, Orsi invitó a este Sánchez a Uruguay con visita a la chacra de Mujica incluida. En lugar de cuidar la institucionalidad, el Uruguay del Frente aceptó el recibimiento con honores a un dirigente acosado por casos de corrupción y decisiones que merman la independencia judicial o la libertad de prensa en su país. ¿Qué coherencia hay ahí con eso de la “Democracia siempre”?

Pero vayamos al fondo. ¿Qué le reporta al país esta danza diplomática? ¿Qué acuerdos comerciales se firmaron? ¿Qué tratados avanzaron? Un editorial reciente de El País lo dice con claridad: esto fue propaganda ideológica, no estrategia de Estado. No hubo agenda real de apertura comercial, ni mención al CPTPP, ni se avanzó en acuerdos con democracias consolidadas. Sólo se pintó un cuadro progresista que no cubre la decadencia institucional tras bambalinas.

Además, este alineamiento hace ruido en el plano económico: EE.UU. ya advirtió que impondrá aranceles del 10?% a los países que se acerquen a los BRICS con discursos antiestadounidenses. Si sumamos esta ola de eventos ideológicos a la cumbre en Santiago, Orsi no hace más que alimentar una rueda de riesgos geopolíticos sin respaldo técnico, y con un costo que podría impactar fuertemente en nuestra economía.

Mientras Orsi daba palmadas simbólicas junto a estos presidentes con dedos manchados por irregularidades en el Uruguay los problemas siguen su curso. ¿Dónde está la agenda para resolver los problemas domésticos más urgentes? ¿Dónde la gestión? Ubicar el foco en el marketing exterior siempre que luego regresa al país sin propuestas reales muestra que los problemas se postergan.

El recibimiento a Sánchez no hubiese sido problema si su imagen no estuviese brotando a diario con tramas de corrupción. Hoy la prensa española informa sobre medidas anticorrupción del propio primer ministro –para salvar su gobierno— justo cuando se conocieron casos de su entorno cercano implicados en sobornos, malversaciones y uso indebido de contratos.

Uruguay merece una política exterior con valores, no un compadreo con corruptos disfrazado de progresismo. La democracia no se fortalece con selfies ideológicas, se defiende con acciones, hechos y coherencia. Sembrar palabras hoy mientras cosechas sombras mañana no es estrategia, es un disfraz deshonesto.

El presidente Orsi debe decidir: o deja la proclama ideológica y vuelve al país real, con pragmatismo, transparencia y visión, o seguirá siendo un invitado de honor en eventos ajenos a los intereses del Uruguay. Hasta ahora, ha sido más un actor secundario en el escenario de los otros, que un líder con brújula. Y eso, en política exterior y doméstica, cuesta caro.