Lula y Trump acercan posturas: la tregua diplomática que abre la puerta a negociaciones sobre aranceles



La cumbre de Kuala Lumpur marcó un punto de inflexión en la relación entre Brasilia y Washington.

En el encuentro bilateral celebrado en los márgenes de la cumbre de la ASEAN en Kuala Lumpur, Brasil y Estados Unidos dieron señales claras de una distensión después de semanas de tensión comercial y política. El motivo central fue la reciente decisión de Washington de imponer aranceles elevados a bienes brasileños —medida que llevó la disputa hasta un punto crítico— y la voluntad de ambos gobiernos de enviar a sus equipos técnicos a negociar soluciones “inmediatas”.

La reunión entre Luiz Inácio Lula da Silva y Donald Trump se produjo en un contexto de sanciones y represalias: Washington elevó los aranceles sobre una amplia gama de productos brasileños a raíz de decisiones políticas ligadas al juicio al expresidente Jair Bolsonaro. Brasil respondió con rechazo y activó equipos para buscar alternativas. En Kuala Lumpur, Lula llevó una agenda centrada en convencer a Trump de que la medida arancelaria se basó en información equivocada y en buscar una salida negociada que no perjudique a industrias y empleos brasileños. Las delegaciones acordaron que sus equipos se reunirán “inmediatamente” para avanzar en soluciones.

Lula salió del encuentro en actitud optimista, aunque con pragmatismo: “Sé cuándo ceder y cuándo no”, declaró ante la prensa, y afirmó que Trump le había “garantizado” que habría un acuerdo en breve. Lula también dijo que había presentado a Trump un documento con datos sobre el intercambio comercial entre ambos países, destacando que Estados Unidos mantiene un superávit con Brasil y que, por ello, no habría justificación práctica para las medidas punitivas.

Trump, por su parte, definió el encuentro como “positivo” y elogió la energía del presidente brasileño —incluso lo felicitó por su cumpleaños— pero adoptó un tono cauteloso sobre compromisos específicos: afirmó que buscaría “buenos acuerdos” y que sus equipos trabajarían en la materia, sin ofrecer plazos ni garantías firmes en la conferencia inmediata. Desde la delegación estadounidense se transmitió que la negociación era plausible, pero que restaba concretar detalle técnico y legal.

Tras la reunión, funcionarios de ambos países comenzaron a coordinar reuniones técnicas para revisar aranceles y procedimientos. Lula dijo que ambas partes acordaron que los equipos se verán “inmediatamente” para avanzar en soluciones, y fuentes diplomáticas confirmaron que los intercambios por canales técnicos se habían activado casi de inmediato. En paralelo, Brasil busca que la suspensión de aranceles sea temporal mientras las conversaciones avanzan.

El encuentro mostró, además, gestos personales que alimentaron la atmósfera de distensión: Trump felicitó a Lula por su cumpleaños en público y —según el propio presidente brasileño— ambos intercambiaron números de teléfono para comunicarse directamente ante posibles problemas. Lula resumió la nueva sintonía con una frase divulgada por la prensa oficial: “Él tiene mi número y yo tengo el suyo”. El gesto, más simbólico que sustantivo, subraya un canal de comunicación directo que podría facilitar la gestión de crisis futuras.

Analistas consultados por la prensa advierten que, pese al optimismo, la historia reciente impone cautela: acuerdos políticos aparentemente rápidos pueden tropezar con detalles técnicos, presiones domésticas en Washington y sensibilidades industriales en ambos países. Además, la dimensión política del caso —con vinculaciones al proceso contra Bolsonaro en Brasil y con audiencias electorales y geopolíticas en EE. UU.— puede hacer que cualquier arreglo sea precario si no se blinda jurídicamente.

La reunión de Kuala Lumpur representa una tregua pragmática: ambos líderes parecen haber decidido priorizar la negociación técnica sobre la escalada pública. Para Lula, la conversación abre una vía de alivio para sectores productivos golpeados por los aranceles; para Trump, representa la posibilidad de cerrar acuerdos comerciales bilaterales que puedan presentarse como wins políticos. Pero la distancia entre un gesto presidencial y un acuerdo durable aún es larga: dependerá de la rapidez y la ambición con que las delegaciones técnicas cierren detalle fiscal y arancelario.

En resumen, la distensión entre Lula y Trump es real y ofrece una ventana para desactivar un conflicto comercial que estaba escalando. Sin embargo, queda por ver si ese acercamiento se traduce en medidas concretas que beneficien el comercio bilateral y estabilicen una relación que en los últimos meses pareció deteriorarse con rapidez. La diplomacia —y ahora la técnica— tienen la palabra.