La feria vecinal, esa dosis de buena vibra

Por Susana Toricez

Donde la frescura de los productos se mezcla con la de los vínculos.

El término “feria” proviene del latín “feriam”, que significa “día de fiesta”. De ahí sus connotaciones con celebraciones en lugares públicos y en días señalados.

La feria del barrio, ese lugar tan nuestro donde se saludan los vecinos y se mezclan los aromas de la fruta fresca con las verduras recién llegadas del mercado. ¡Qué símbolo tan auténtico de democracia es la feria! Allí, desde muy temprano en la mañana, conviven jóvenes ágiles con veteranos más lentos; uruguayos, cubanos, blancos, negros, venezolanos, todos en alegre actividad, a veces mucho antes de que salga el sol.

Quesos, pollos, sardinas, medias, juguetes, zapatos viejos y ropa usada se mezclan con yuyos medicinales, piononos y huevos caseros.

Recorrer la feria es tomarse un rato de recreo. Es como pasear por una granja o como salir a pescar para comer pescado fresco. He observado a algunos jóvenes ir directamente a un puesto, comprar lo necesario y volver a su casa rápidamente porque hay que ir a trabajar.

Se entremezclan las voces de quienes vocean sus productos. ¡Qué maravilla!
“¡Morrones, morrones, acelgas, melones, lleve, lleve, señor vecino!”

Por otro lado, da gusto ver cómo disfrutan las personas mayores de esa tarea sin horarios. Se encuentran con amigos del barrio, se abrazan y saludan con alegría a los puesteros: son casi familia. Es un grato reencuentro semanal.

Ir a la feria es la dosis de buena vibra que uno debería tomar a diario.

Un extranjero, seguramente europeo por su acento, se asombra y me comenta que en Europa, desde hace muchos años, para poder ver frutas recién arrancadas del árbol, e incluso con hojitas como acá (mientras me muestra un durazno), hay que ir al lugar mismo donde se cosechan. Las manzanas, las mandarinas, los limones, etc., que se venden al público ya no conservan esa frescura de recién tomadas del árbol.

Sin embargo, en la feria del barrio, sí. Y es verdad. ¡Qué afortunados somos! Debemos agradecer tener todavía tan cerca la naturaleza, protegidos en parte de la contaminación de la ciudad que nos rodea.

No conozco a nadie, pero a nadie, que vaya sin ganas a la feria vecinal, esa reina del barrio.