Edición Nº 1040 - Viernes 20 de junio de 2025

Imperio de China – 25 de mayo de 1644

Viernes 6 de junio de 2025. Lectura: 2'

Por Daniel Torena

El general Ming Wu Sangui formó una alianza con los invasores manchúes y abrió las puertas de la Gran Muralla China en Shanhaiguan, permitiendo el paso del ejército manchú en su marcha hacia la capital, Beijing. Este hecho resultaría decisivo para la caída de la ilustre dinastía Ming y el establecimiento, ese mismo año, de la dinastía Qing, de origen manchú. Esta nueva casa imperial gobernaría China hasta 1912, convirtiéndose en la última de las dinastías imperiales que habían regido el “Celeste Imperio” durante más de 2.200 años.

La dinastía Ming gobernó entre 1368 y 1644. Es considerada una de las épocas más brillantes de la historia de China en los planos político, diplomático, militar, naval, comercial y artístico. Numerosos historiadores especializados destacan este período como una de las mayores eras de gobierno disciplinado y estabilidad social en la historia del país.

Entre los logros más notables del período Ming se encuentra la construcción de una gigantesca flota oceánica liderada por el célebre almirante Zheng He durante el siglo XV. Esta armada, la más imponente de su tiempo, navegó hacia el sudeste asiático, la India, África e incluso el Atlántico. Algunas teorías sostienen que pudo haber llegado hasta las Islas Canarias y, posiblemente, a las costas americanas, con barcos mucho más grandes que los de las potencias navales europeas de la época.

Durante este período también se construyó y amplió el "Gran Canal", se fortaleció la ya imponente Gran Muralla China, y se erigió la majestuosa "Ciudad Prohibida" en Beijing, centro del poder imperial.

A finales de la dinastía Ming, se estima que la población china alcanzaba los 200 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población mundial de la época. Las artes plásticas, la música, la danza y el teatro chino alcanzaron un nivel de refinamiento sin precedentes, al tiempo que el gobierno imperial fomentaba activamente la literatura y las ciencias.

En los siglos XVI y comienzos del XVII, el comercio floreció con potencias europeas como Portugal, España y los Países Bajos, en un contexto de apertura controlada que integró a China en las primeras redes globales de intercambio.

Sin embargo, tras la caída de los Ming, comenzó un prolongado período de decadencia para China. El Imperio entró en crisis en todos los órdenes, y atravesó tiempos particularmente difíciles durante el siglo XIX, marcado por las humillaciones impuestas por las grandes potencias coloniales europeas, en especial Inglaterra, Francia y Rusia.

Cuando finalmente cayó el último emperador en 1912, el Trono imperial estaba completamente desprestigiado y China profundamente atrasada respecto a las grandes potencias industriales del mundo. Ya no era la brillante civilización que había florecido bajo el esplendor de los Ming.



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