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El arte de tragar sapos sin hacer ruido

Hay silencios que gritan. Uno muy sonoro, que pasó brutalmente desapercibido, se produjo tras la primera reunión del gabinete de Yamandú Orsi como presidente de la República. El mandatario anunció con entusiasmo una batería de decretos, algunos más importantes que otros, todos con el sello de “nuevo comienzo” que intenta imprimirle a su gestión. Pero, curiosamente, entre los documentos destacados y celebrados, hubo uno que el presidente —qué distraído, él— olvidó mencionar: el Decreto 85/025, que extiende las exoneraciones fiscales a los barrios privados.
Sí, leyó bien. El mismo Frente Amplio que en su último programa único (el que todo el partido presentó oficialmente en la Corte Electoral) despotricó contra “los enclaves cerrados”, “los barrios burbuja”, “los modelos de exclusión urbana”, ese mismo Frente Amplio que prometió “evitar la construcción de barrios privados o cualquier eufemismo”, acaba de ratificar —por decreto y sin mucha bulla— las medidas que permiten que estos proyectos accedan a beneficios tributarios. ¿Se le pasó anunciarlo? ¿Se olvidó? ¿O será que tragarse sapos da acidez y conviene evitar que el público los vea masticar?
Porque no estamos ante una medida menor ni un tecnicismo burocrático. Estamos ante la renovación de un decreto que prolonga los beneficios fiscales a los desarrollos urbanísticos cerrados, exactamente aquellos que el Frente Amplio describía en sus documentos como la antítesis del proyecto de ciudad democrática e igualitaria que decían defender.
Lo más gracioso —sí, hay que decirlo con ironía, porque ya no queda otra— es que la medida en sí no está mal. No somos enemigos de los barrios privados ni del desarrollo inmobiliario bien regulado. Si estos proyectos generan inversión, empleo y ordenamiento territorial, bienvenidos sean. Lo que sí nos causa hilaridad es el doble juego. Ese juego en el que, cuando lo hace la coalición, es “privatización de la ciudad”, “fomento del clasismo” y “urbanismo neoliberal”; pero cuando lo hace Orsi, es una “herramienta válida para estimular la inversión”.
¿Dónde quedaron las consignas? ¿Dónde están los apóstoles del urbanismo popular que, durante años, convirtieron a los barrios privados en símbolo del “apartheid urbano”? ¿No los invitaron a firmar el decreto?
Basta con repasar el documento programático del Frente Amplio, ese mismo que Orsi juró seguir. En su sección sobre hábitat y ciudad, dice textual: “Se deberá evitar la construcción de barrios o enclaves cerrados”. No regular, no integrar, no monitorear. Evitar. Sin matices ¿Es el Decreto 85/025 una reinterpretación creativa de la palabra “evitar”? ¿O directamente decidieron que lo que hay que evitar es decir la verdad?
Desde el Partido Colorado, lo decimos sin vueltas: la medida, en el fondo, no nos molesta. Nos parece razonable, incluso necesaria, en un contexto donde hay que fomentar inversión y desarrollo urbano. Lo que nos provoca risa —y también una cuota de indignación— es la hipocresía con la que se implementa. Porque si hay algo que distingue a un partido maduro es la capacidad de reconocer que el otro, muchas veces, tiene razón. El Frente Amplio, en lugar de hacer autocrítica, prefiere seguir actuando como si gobernara por primera vez, como si cada contradicción pudiera ser escondida.
Los ciudadanos no son tontos. Y aunque muchos quizás no se enteren del contenido del Decreto 85/025, lo que sí sienten es que detrás de la pose refundacional y de los discursos sobre justicia territorial, sigue habiendo basura en las esquinas, calles rotas y prioridades mal elegidas. Ahora sabemos, además, que mientras se hablaba de transformar el espacio público, se firmaban beneficios para los barrios cerrados...
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