Del lado de los terroristas
Viernes 6 de junio de 2025. Lectura: 4'
El último comunicado del Frente Amplio sobre el conflicto en Medio Oriente es repulsivo. Un documento impregnado de un odio primitivo, redactado con el más burdo sesgo ideológico, y que omite de manera consciente los crímenes del grupo terrorista Hamás. A esta altura, más que una toma de posición internacional, parece un panfleto escrito por los mismos que niegan la existencia de Israel desde su fundación.
El Frente Amplio ha hecho un “llamamiento” a la militancia y a “la población en general” a movilizarse en defensa de Palestina y contra lo que llama “el genocidio cometido por el gobierno de Israel”. Con esas palabras exactas. Genocidio. Palabra que debería ser sagrada en el léxico de los derechos humanos, pero que esta izquierda vació de contenido para satisfacer su pulsión ideológica. Es el mismo Frente Amplio que calla ante los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua. El mismo que se niega a condenar las atrocidades cometidas por Hamás. El mismo que en su comunicado, ni una sola vez, menciona los atentados del 7 de octubre, las violaciones, los asesinatos a sangre fría, los bebés decapitados, los ancianos secuestrados.
No. En su relato, solo hay una víctima y un solo victimario. La víctima es el pueblo palestino —todo él—, y el victimario es Israel. No Hamás, no la Yihad Islámica, no Irán. No los que usan hospitales como escudos humanos, ni los que almacenan cohetes en escuelas. No. El único culpable es Israel, el único a quien se le exige, el único a quien se criminaliza. No hay aquí un conflicto complejo, no hay dilemas, no hay contexto. Solo hay una demonización brutal, grotesca, maniquea, del único Estado democrático de Medio Oriente.
Y lo más alarmante es que este no es un desliz retórico. Es una posición deliberada, adoptada por el Secretariado Ejecutivo del partido que hoy gobierna nuestro país. Una estructura partidaria que se arroga la representación de “la paz” mientras convoca a la confrontación. Que dice buscar soluciones “pacíficas y organizadas” mientras siembra el odio. Que llama a respaldar “a nuestro gobierno nacional” como si el país entero debiera acompañar esa vergüenza diplomática. Pero ni el pueblo uruguayo ni su Cancillería deben ser rehenes del radicalismo ideológico frenteamplista.
En la vereda opuesta, nuestro Partido reaccionó con firmeza. Señaló que el comunicado no contribuye a la paz, sino que promueve el odio. Y lo hace con argumentos contundentes: recordando que Hamás no es una organización humanitaria sino una maquinaria terrorista que gobierna Gaza desde 2007 sin elecciones, que desvía ayuda humanitaria para construir túneles y atacar civiles, que usa a su propia población como escudo humano y que se financia con dinero sucio, incluso con vínculos con redes de lavado. Esa es la realidad que el Frente Amplio se niega a ver. Y que la Embajada de Israel también puso en evidencia con claridad meridiana.
Desde la representación diplomática de Israel se expresó una profunda preocupación por el comunicado, al que se acusó de omitir deliberadamente el papel de Hamás y de propagar acusaciones infundadas de genocidio. Pero además se advirtió sobre algo aún más grave: la demonización sistemática de Israel alimenta el antisemitismo, y Uruguay no está exento. El odio disfrazado de solidaridad es un caldo de cultivo para la violencia. Y si alguien duda, que observe lo ocurrido en las universidades europeas y norteamericanas, donde en nombre de Palestina se grita “muerte a los judíos” sin sonrojo. ¿Ese es el tipo de militancia que quiere estimular el Frente Amplio -teniendo en cuenta, además, los aberrante hechos de antisemitismo que se han visto recientemente en nuestro país?
Convocar a marchas, realizar propaganda, hacer “conversatorios” y articular con grupos internacionales —muchos de ellos abiertamente hostiles a Israel— no es activismo por la paz. Es alinearse con quienes quieren borrar del mapa a un Estado soberano. Es desconocer los acuerdos de Oslo, las resoluciones de Naciones Unidas, los intentos de paz sistemáticamente saboteados por el extremismo palestino. Es, además, una forma de validar el terrorismo como instrumento político. Porque, por más que lo intenten maquillar, eso es Hamás. Y quien silencia sus crímenes, los avala.
El Frente Amplio tiene derecho a tener una posición política. Pero no tiene derecho a falsear la historia. No tiene derecho a promover discursos que rozan la apología del odio. Y no tiene derecho a pretender que su visión ideologizada represente la voz del país. Si de verdad quiere contribuir a la paz, lo primero que debería hacer es condenar a Hamás, exigir la liberación de los rehenes, repudiar el uso de escudos humanos y reconocer el derecho de Israel a defenderse.
Sabemos que no sucederá. Porque para el Frente Amplio, Israel es el villano eterno. Y la narrativa del oprimido contra el opresor es demasiado tentadora como para revisarla con honestidad. Prefieren repetir eslóganes que enfrentarse al espejo. Prefieren la épica revolucionaria a la verdad incómoda. Por eso, como sociedad, debemos estar atentos. Porque cuando la izquierda radical se arroga el monopolio de la moral, el resultado siempre es el mismo: intolerancia, odio, silencio cómplice y un trágico desprecio por la verdad.
Y frente a eso, lo mínimo que podemos hacer es no callar.
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