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No todos estamos vacunados

Por Consuelo Pérez

La situación económica, social, y política de nuestro país en estos momentos, difiere sensiblemente de la del resto de los países sudamericanos y sería muy simplista aducir que ello se debe a una casualidad o a un "golpe de suerte".

Si bien el bloque latinoamericano ha pasado por situaciones similares más o menos comparables a lo largo de los siglos -desde los procesos independentistas hasta la época actual, pasando hasta por dictaduras simultáneas- la coyuntura actual nos coloca en un sitial hoy envidiable, en varios aspectos.

Es indudable que ante la crisis que transitamos, y con la incertidumbre de que será lo que nos espera aún, la mesura aunada a la inteligencia parece ser la fórmula más propicia.

Mientras Venezuela sufre el castigo de una dictadura que ha sumido al pueblo en la desesperación, muchos de sus habitantes emigran a una Colombia ya devastada por conflictos armados y por una crisis humanitaria provocada por ello y por la pandemia, y agravan con su presencia la situación de descontrol social y sanitario.

En Perú, mientras las denuncias del caso Lavajato detonaron una grave crisis política signada por la corrupción y los malos manejos del aparato público, de la que no se vislumbra una salida clara, la realidad de sesenta mil muertos en siete meses a causa de la pandemia, golpean con fuerza a cada vez más familias.

Dos iglesias fueron quemadas recientemente en Santiago de Chile, después de persistentes ataques realizados por reducidos grupos violentistas que se desprendieron de la masiva concentración que reunió a unas 150.000 personas en la conmemoración del estallido social de octubre del año pasado y a solo una semana del plebiscito que llevará a las urnas a más de 17 millones de votantes.

El amable lector seguramente tenga presente la situación de Brasil, y por supuesto de Argentina, donde la crisis empeora en todos los aspectos, mientras la población reclama infructuosamente soluciones a un gobierno impotente, poco claro en sus decisiones, y continuista del modelo kirchnerista ya experimentado antes, donde la corrupción era abominable. No se aprende, a veces.

La "ola migratoria" que desde el vecino país parece apuntar al nuestro, no escapa solamente del virus. Al Covid, nos referimos...

Las distintas formas de ver a la sociedad, y las distintas formas de actuar, en caso de ser gobierno, es lo que nos permite transitar, al menos por ahora, por una situación como la que tenemos. La ciudadanía optó a tiempo por el cambio, "vacunada" contra la impericia y el doble discurso.

Y no "estamos vacunados", porque es muy fácil constatar actitudes de "rebeldía", que desafiantes a instrucciones del gobierno -¡oh casualidad- casi siempre infringen las normas sanitarias. Marchas, fiestas clandestinas, manifestaciones. Dicho en forma simplista, pero convengamos que acertada -y se puede constatar en las redes, megáfono de muchos frustrados- el que protesta contra el gobierno, si no usa tapabocas, hace alarde de ello.

Vinculamos el aspecto sanitario al comportamiento social y a la conducta en lo político, porque es obvio que van de la mano. Si no entendemos que en democracia las mayorías gobiernan a través de sus representantes, y es en ese escenario que debemos participar constructivamente - aún y especialmente desde la oposición- seguiremos los pasos de los vecinos.

Nuestra democracia viene dando al mundo fuertes señales de consolidación, y recientes situaciones plasmadas en fotos que han recorrido el planeta, así lo evidencian.

Nos reconforta el hecho. Pero no olvidemos que este "estado de situación" se da y propicia con un nuevo gobierno, que está en las antípodas del anterior. No solo en lo conceptual, sino en la forma de contemplar al otro, al que piensa distinto. Y que fue elegido por el pueblo.

Claro, hay que trabajar mucho.

Todos. Porque este gobierno, si, es de todos.

Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.