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Alamón: saludo para un hombre libre

A los 85 años, falleció esta semana Gustavo Alamón, un formidable artista y uno de esos espíritus libres que nuestra sociedad contemporánea, tan llena de burbujas publicitarias, nunca pudo arrastrar a la tiranía de lo políticamente correcto.

Lo conocimos por nuestro viejo y admirado amigo Luis Solari, en tiempos de la dictadura y cuando Kurt Spayer -desde la Galería Bruzzone- abría el camino para nuevas formas de difusión de nuestros artistas. Más tarde, cuando otro gran amigo, Mario Carminatti, fue Intendente de Río Negro, estuvimos muy cerca de la inquietud de dedicar a Solari un museo monográfico. En ese momento, Gustavo era Director del Centro de Cultura y Artesanía y puso toda su inquietud para que Fray Bentos se identificara con un hijo dilecto. Más tarde sería también Director de Cultura en la realizadora Intendencia de Ruben Rodríguez.

En ese ya largo periplo, nos encontramos siempre con un carácter jovial, una actitud amistosa, un entusiasta de la vida, un apasionado del hacer. Su obra fue eso, un aire de libertad. Naturalmente, su obra tiene la evolución propia de una larga trayectoria, que comienza con sus maestros, Anhelo Hernández o Edgardo Ribeiro, en algún momento siente también el influjo de la imaginaria popular de su amigo Solari, pero más cerca de lo estructural o de lo informal, que por todos esos senderos caminó, nunca fue un epígono. Su arte era personal. Su definición no era un reflejo de alumno sino una definición propia ante cada obra. La paleta baja de Torres García durante años estuvo pesando pero aun en sus retratos se veía un aire creativo que le alejaba de la fórmula rígida.

Su propia vida, por otra parte, le llevó por todos los caminos. Hasta fue bombero y es bien recordable el retrato que le pintó Solari con su casco de soldado del fuego... Nació en Tacuarembó, donde fue profesor y hasta Director de liceo en algún momento. Con esa patria original se había reencontrado en los últimos tiempos por el reconocimiento que le tributaron. Su mayor actividad fue en Fray Bentos, pero como maestro enseñó en todas partes, desde Salto hasta Montevideo, en talleres fecundos.

El mundo no le fue ajeno. Anduvo por Madrid, expuso en las Bienales de San Pablo y de Valparaíso y Francia le distinguió nombrándolo Caballero de las Artes y las Letras, que es la Legión de Honor de los creadores. (Recordamos una exposición en la Alianza Francesa en tiempos de la dictadura). Fue Gran Premio de Pintura en el Salón Nacional, recibió innúmeras distinciones, pero más allá de ese registro de episodios y circunstancias, deja una obra que, al descubrir la esencia del poder, se erige en un gran canto a la libertad.

Jorge Arbeleche, comentando una de sus exposiciones, dijo: "Nadie, luego de ver su obra, saldría indemne. El artista nos hace partícipes de un juego de títeres y titiriteros. Como en toda autentica creación de arte, el artista y el espectador participan aquí de una misma conmoción espiritual inducida y conducida por el creador con sobrecogedora maestría". Así lo sentimos también, porque sus robots y artefactos van mucho más allá de sus notables estructuras formales y de una liberación colorista formidable. Se cargan ellos de esa expresión del ser humano frente a todo lo que lo pueda oprimir, desde el lugar y la forma que fuere.

Demócrata convencido, batllista raigal, nunca abandonó ese modo de pensar aunque en algún momento estuviera fuera del Partido Colorado, hasta ese gran reencuentro que inspiró Hugo Batalla y que volvió a unirnos a todos lo que aspiramos a más justicia pero sin abandonar nunca el espíritu de la libertad.

A su esposa e hijos, nuestro sentimiento de solidaridad.

J. M. S.

Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.