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Las voces que se extrañaron

Por Fátima Barrutta

Un debate público entre adversarios políticos es una fiesta democrática.
Porque permite confrontar ideas en un clima de respeto y a la vez firmeza. Convicción y tolerancia.

Por eso generó tanto interés la cadena de televisión que difundió el debate entre Martínez y Lacalle, realizado el martes 1ro. de octubre, aún entre quienes criticamos con ardor la decisión explícita de los contendientes, de excluir a nuestro candidato. 

Y la verdad es que la experiencia confirmó nuestras previsiones.

Fue un debate llevado adelante con cierto amateurismo. Si bien Lacalle lució claramente más firme y contundente que el candidato oficialista, lo cierto es que, más allá de algunas alusiones mutuas, no se dio el intercambio encrespado, espontáneo y pasional que una recuerda de otras instancias, con otros protagonistas. Hubo mucho texto recitado de memoria, mucha ojeada a los papeles, mucha adjetivación y escasa sustancia programática.

Por eso hoy me gustaría evocar con el lector otros debates famosos, que tuvieron a líderes colorados como locomotoras de razón y corazón.

A un click de Youtube, basta ver al gran Enrique Tarigo, junto al nacionalista Pons Etcheverry, pasando el trapo a dos personeros civiles de la dictadura militar, en aquel glorioso debate de canal 4, previo al Plebiscito de 1980.

En un blanco y negro muy contrastado, con humos de cigarrillos que enturbiaban la imagen, el inolvidable primer vicepresidente de la reconstrucción democrática dio una lección política de primera magnitud. Hasta entonces, la encuestadora de la época, Gallup, vaticinaba un triunfo del Sí a la propuesta autoritaria de los militares. Pero muchos creen que ese debate dio vuelta la decisión popular y el No ganó estruendosamente, a pesar de que el 100% de la publicidad en los medios masivos era afín al oficialismo.

Otros debates inolvidables: los que Jorge Batlle realizó con cada uno de los restantes candidatos a la presidencia de las elecciones de 1989. Fue tan brillante la exposición de conocimiento y visión de Estado que demostró Batlle en esa oportunidad, que paradójicamente terminó jugándole en contra: el electorado prefirió a Lacalle Herrera, que compartía muchos de sus postulados pero no se mostraba tan avasallante y seguro de sí mismo. Pero de todos modos, la inteligencia dialéctica de Batlle le valió seguir regando la semilla de su talento diferencial, que le hizo años más tarde, capitalizar el eslogan de que sólo él "cantaba la justa" y llegar a la presidencia en 1999 y salvar al país del colapso económico en que se hundió en 2002, por causas externas. 

Pero volvamos atrás en el tiempo y evoquemos el otro debate que quedó en la mejor historia de la vida política nacional del siglo XX. El que enfrentó a nuestro líder Julio María Sanguinetti con Tabaré Vázquez en 1994. Hacía menos de un lustro que había caído el muro de Berlín y que, con la perestroika de Gorbachov, se habían develado en toda su crudeza los horrores del totalitarismo soviético. Sanguinetti se centró en la fuerza del Partido Comunista y otros sectores radicales, dentro del Frente Amplio, para fustigar a Vázquez sobre la escasa vocación democrática de la coalición de izquierda (hay que recordar que el inolvidable Hugo Batalla había abandonado las tiendas frenteamplistas y, luego de crear un partido nuevo, se sumó a los colorados con su propuesta socialdemócrata). Una y otra vez, Sanguinetti volvía sobre un mismo tema: reclamar a su contendiente que abjurara del marxismo, que tanto daño había hecho a la Humanidad a lo largo del siglo que terminaba. (Obviamente Vázquez no pudo hacerlo, del mismo modo que hoy, los frenteamplistas no pueden abjurar del chavismo, para vergüenza de todo el pueblo uruguayo).

Esa apelación empatizó con los sentimientos de muchos votantes del Partido Nacional, que cambiaron su voto y aseguraron la victoria de Sanguinetti.

Y no por último menos importante, el otro debate que vino a nuestra memoria esta semana fue el de hace pocos meses, cuando Ernesto Talvi desplegó su talento político frente al oficialista Óscar Andrade. 

Nuevamente, el espíritu liberal y republicano del Batllismo se desmarcó con claridad de las consignas colectivistas. Reviendo aquel debate de canal 4 parece claro porqué Martínez y Lacalle se negaron a integrar a Talvi a la confrontación del martes pasado. Y más claro aún, porqué el Ministro de Economía Danilo Astori, después de haberlo desafiado a debatir, ahora se abstiene de fijar la fecha.

Pero no hay omisión ni dilación que pueda con la voluntad ciudadana: el 27 de octubre, las urnas pondrá a los liderazgos en el lugar que corresponde a sus méritos y capacidades.

¡Viva el Partido Colorado!
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.