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70 años de cambios permanentes

Por Santiago Torres

La peregrina idea de que el Uruguay antes de 2005 era un páramo inmóvil, cuando no trágico, al que el Frente Amplio refundó a partir de ese año, es parte de la posverdad oficialista, cuyo candidato retoma en el tono trivial —como era de esperarse—con que aborda cualquier tema que se le ponga por delante.

Se atribuye al Luis XV de Francia la sentencia: “Después de mí, el diluvio”. Con la misma, el monarca habría presagiado que, luego de su reinado, grandes catástrofes sobrevendrían. Para el frenteamplismo es: “Antes y después de mí, el diluvio”.

Ello se desprende de lo manifestado por Daniel Martínez: “Creen que cambiar un país es cuestión de que dos más dos es cuatro. A veces digo en broma por qué no lo hicieron en 150 años anteriores, pero creo que no es tanto. Hay que ser objetivos, porque al principio de siglo hubo un cambio estructural impresionante. Pero por lo menos por qué no lo hicieron los 70 años anteriores. Tuvieron 70 años de changüí para cambiar el país y no lo hicieron”.

Menos mal que reconoce los profundos cambios llevados a cabo a impulso del primer batllismo, a principios del siglo XX. Pero afirmar que desde allí nada ocurrió, es absurdo y no resiste el menor análisis.

No sólo el país llevó a cabo profundas reformas con los gobiernos constitucionales de 70 años antes del 2005 y hasta el golpe de estado (los 11 años de dictadura apenas introdujeron unos pocos aunque relevantes cambios en el campo económico: la eliminación del control de cambios y la eliminación de la mayoría de los controles de precios), lo cual incluye la creación de ANCAP (esa que tanto defiende el ingeniero Martínez), la creación de los Consejos de Salarios, la ley de asignaciones familiares, la ley de derechos civiles de la mujer y un largo etcétera. Los propios partidos fundacionales se transformaron a sí mismos, incorporando nuevos paradigmas acordes a los nuevos tiempos, introduciendo transformaciones estructurales profundas desde 1985 en adelante.

El Frente Amplio valoró lo suficiente esas reformas, que no solo no tocó esas sino que las usó. La ley forestal y la ley de zonas francas, más los tratados de protección de inversiones, hoy le permiten flamear la bandera de UPM 2. La ley de marco regulatorio de la energía eléctrica les ha permitido perifonear acerca del “cambio de matriz energética”. Lo mismo con la ley de puertos u otros cambios profundos.

La gran paradoja es que esos cambios que hoy el Frente Amplio utiliza a su favor, contaron todos —ni uno solo se salva— con la decidida oposición del Frente Amplio.

El único cambio que el Frente Amplio tocó una vez que llegó al gobierno, fue el de la reforma previsional, perforándola en su pilar de reparto (justo al que pretenden defender), por lo que hoy se hace perentoria una nueva reforma que corrija esos desaguisados.

La trivialidad que el Ing. Martínez exhibió desde la jefatura del gobierno departamental de Montevideo es la que hoy exhibe como candidato, lo cual no sorprende porque es su marca de fábrica. Y sería la que, de ganar el balotaje (que no lo hará, por fortuna), pondría de relieve como Presidente de los uruguayos.

Es importante, entonces, que se insista en desmitificar las frivolidades narrativas del oficialismo, contrastándolas con la verdad histórica, primero, y con la realidad del presente, responsabilidad exclusiva del Frente Amplio, por otro.

Es parte del necesario ejercicio cívico que la oposición debe llevar a cabo para comenzar más temprano que tarde el imprescindible camino de reconstrucción del país.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.