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Águeda Dicancro

Ayer falleció Águeda Dicancro, formidable artista, creadora singular, espíritu sensible, trabajadora incansable, amiga de todas las horas.

Hizo del vidrio y con ello de la luz y sus reflejos, un foco de misterio, un centro sensible y atrayente, al que hizo largamente dialogar con la madera y el hierro. Piezas pequeñas o grandes instalaciones, todas ellas giraban en torno a ese mundo creativo en que el vidrio, a veces rugoso y opaco, en ocasiones brillante y vibrante, mantenía un rotundo protagonismo.

Trabajó en grandes edificios. Está en la UTE, en las puertas del Directorio. En la Torre de Antel con una fuente. En Montevideo y Punta del Este en numerosos espacios arquitectónicos.

En los tiempos en que nuestro CORREO, allá por los finales de la dictadura, daba los Premios Hermes, nos regaló una hermosa pieza que representaba la distinción. Le pedimos trabajos para que el país luciera en sus actos diplomáticos. Por ejemplo, cuando la célebre visita del Papa Juan Pablo II, le ofrecimos como recuerdo un hermosísimo vidrio que a modo de manto virginal expresaba con limpieza y serenidad un sentimiento místico.

Nos representó en las Bienales de Venecia y San Pablo, con un gran juicio crítico, y su trayectoria fue reconocida con el Premio Figari en 1999.

Más allá de esa vida artística singularísima, fue una persona maravillosa. Sensible, reflexiva, idealista, amiga fiel, permanecerá en sus obras. Convivimos con ellas en nuestra casa, a la que generosamente pobló de árboles, botellas y pescados. Inalterable será su recuerdo para quienes la conocimos y disfrutamos de su amistad.

J. M. S.

Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.