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Un agradecimiento y un homenaje

Por Fátima Barrutta

La figura de Sanguinetti resurgió con grandeza

Entre el domingo y el lunes, durante horas que nos convirtieron en un manojo de nervios y emociones, tuvimos tiempo de agradecer a los cientos de militantes montevideanos y de todo el país que colaboraron para que nuestra lista fuera la más votada del sublema Batllistas. Pero quizás no agradecimos lo suficiente a alguien que, mirado superficialmente, no resultó triunfador, pero analizando la jornada electoral con la cabeza y el corazón, ofrendó un servicio de valor incalculable para el Partido y el país.

Me refiero, claro está, a nuestro presidente y capitán de tormentas, el Dr. Julio María Sanguinetti. Un intelectual de primera línea del país y América Latina que ocupó dos veces el cargo más honorable que cabe a un ciudadano, que supo sacar al país de la noche autoritaria con maestría política y que más tarde impulsó y concretó grandes cambios, con una vocación inquebrantable por la justicia social. Un batllista de todas las horas, que en estos años documentó en sus libros la verdadera historia, la que cierta academia ideológicamente flechada había pretendido escamotear o falsear. Este rara avis que ha conjugado a lo largo de su vida un impresionante instinto político con una sólida formación cultural y un sentido intuitivo de lo popular, cuando fuimos a buscarlo, no tuvo dudas en postergar sus libros y el tiempo dedicado a su familia, para ponerse el Partido al hombro y, recorriendo cada rincón del país, volver a hacerlo crecer.

Hay un lugar común de la historiografía que habla de las generaciones "parricidas", entendiendo por tales aquellas que se rebelan contra lo logrado por sus mayores y lo demuelen o modifican. Vaya si nos resultaría difícil a nosotros ser parricidas con este constructor del Uruguay del siglo XXI, cuyas extraordinarias presidencias son de una grandeza reconocida ya por todos, aún por sus tradicionales detractores.

Haber compartido una elección interna con Sanguinetti es una experiencia que quedará en lo más profundo de nuestro corazón, como un ejemplo a seguir de idealismo y persistencia. Si algo nos enseña Julio es que no alcanza con soñar: hay que jugarse por entero para llevar esos sueños a la realidad, en beneficio de nuestros semejantes. Y también aprendemos de él la lección de que la edad no está en el cuerpo, sino en el alma.  Que luchar por la democracia y la justicia social nos debe convocar siempre, sin excusas ni miramientos.

Gracias Julio, por tu cátedra siempre renovada de templanza, coraje e idealismo.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.