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Ana María Bozzo
 Días pasados falleció una pionera de la gastronomía uruguaya, que claramente marcó tendencia.
En un Montevideo en que los clásicos restaurantes, “El Aguila” y “Morini”, venían languideciendo, Ana María Bozzo marcó en los años 70 un verdadero hito con “Doña Flor”. Lo de Ana María fue distinto: por ella habían pasado Bocusse y las nuevas tendencias de la nouvelle couisine, pero lo suyo siempre fue muy personal, de búsqueda, de originalidad, de distinción. Aquella hermosa casa, el típico chalet clásico del viejo Pocitos, fue un lugar de encuentro social de excepción. Algo análogo ocurrió en la Barra de Maldonado, con “La Posta del Cangrejo”, que pasó a ser una referencia gastronómica y la expresión de una Punta del Este que intentaba madurar hacia un escenario internacional.
En los años del retorno democrático la llamamos para ayudarnos en aquella tarea esperanzada de reposicionar al país en el mundo. Cuando, ya elegidos, todavía no nos habíamos mudado a la residencia de Suárez, nos hizo una comida en nuestra casa para recibir al Presidente de Italia, el inolvidable Sandro Pertini. Como buen italiano, analizó admirativamente cada plato y nos confesó que él, socialista de la vieja guardia, se había hecho amigo de Juan Pablo II a través de la cocinera. También fue inolvidable la comida que le ofrecimos al Rey Juan Carlos de España en el Museo Nacional y ni hablar de cuando recibimos Mitterrand y su esposa en la residencia de Suárez, donde nos lucimos.
Más allá de estas historias profesionales, con Ana María nos unía una amistad, que en lo personal heredé de Marta, también ex alumna del Liceo Francés. Hasta me abochornó a generosidad cuando un dibujo que le había hecho en un menú, como sencillo souvenir, lo incluyó formalmente en su “carta” impresa. Siempre agradable, inteligente, dotada de un empuje que le permitió sobrellevar contingencias difíciles en la vida, deja un legado de profesionalidad relevante y el ejemplo de una vida dedicada a cultivar un arte con pasión.
Llegue a sus hijas nuestra expresión de solidaridad, a la que sumamos particularmente a Marta, quien siempre la sintió muy cerca en el afecto.
J. M. S. |
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