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Un Solo Uruguay y sus cuestionamientos a UPM

Por Tomás Laguna

El reciente cuestionamiento del movimiento Un Solo Uruguay a la instalación de la segunda planta de UPM en Uruguay se mezcla con reivindicaciones de organizaciones ambientalistas, confundiendo y otorgando relevancia a estas últimas.

Es cierto que esta nueva causa en la agenda de los auto-convocados refiere exclusivamente al generoso contrato que el Estado uruguayo ha firmado con la multinacional de origen finlandés. No obstante en el acto de juntar firmas para impugnar el mencionado acuerdo se confunden con otras iniciativas ambientalistas, contrarias a la planta y al modelo productivo forestal, cruzados en guerra santa contra las mega-empresas trasnacionales.

Si miramos en retrospectiva, los sectores más tradicionales del agro uruguayo nunca simpatizaron con las políticas de desarrollo forestal, en particular cuestionando la ley de desarrollo forestal (15.939) sancionada en diciembre de 1987. Los ganaderos veían más una competencia por la tierra que una oportunidad de revalorización de sus mismos campos y una alternativa productiva adicional, como al final fue lo que ocurrió. La ganadería cedió terreno primero ante la avanzada del negocio forestal y luego la soja. Entre los censos del 2011 y 2000 cedió 1,3 millones de hectáreas, las que fueron ocupadas por la agricultura de secano y la forestación, no obstante el rodeo y la faena se incrementaron gracias a la inversión y mejor manejo productivo y reproductivo. No es menor el mérito. Pero las sensibilidades cuestionadoras de la forestación y también la soja persisten hoy.

Si bien el Movimiento Un Solo Uruguay congrega a muchos perjudicados por la debacle agrícola de la última zafra estival, en el medio rural se mantienen a flor de piel las sensibilidades contrarias a las mega inversiones en tierras y sistemas productivos basados en el mono cultivo (forestal y sojero).

En su reciente reivindicación contraria al contrato con UPM, los auto-convocados patearon el avispero y le dieron fuerza a una causa que en principio era razón de ambientalistas y adeptos a la izquierda más contestataria. Aquella que desde los inicios del nuevo modelo forestal acuño el concepto de “latifundio forestal” y llevó a que el partido de gobierno, siendo oposición, repudiara un tratado de protección de inversiones con Finlandia (dónde hoy acuden en actitud cuasi postrada).

Pero todo esto es historia antigua, si bien es bueno entender el escenario y los condicionamientos que ya vienen desde atrás.

Hemos dicho que el desafío de un movimiento espontáneo, sin conducción orgánica, que obedece a una convocatoria puntual, tras causas concretas y de plena vigencia en el sentir ciudadano, tiene el desafío de renovar sus reivindicaciones para mantener la movilización y por lo tanto su presencia en los ámbitos públicos. La razón última de Un Solo Uruguay es inequívoca, y está definida por el reclamo de condiciones de competitividad para los sectores productivos, y toda la cadena de valor, asegurando la viabilidad de los sectores exportadores en competencia. En el ejercicio de la demanda activa, la denuncia del contrato con UPM -con condiciones casi leoninas para el Estado uruguayo cuando los distintos rubros de la producción nacional reclaman atención similar para su supervivencia- es un muy buen punto a plantear. El problema está en las formas.

Ahí es que se confunde la biblia con el calefón, y quienes tienen su actividad de origen directamente relacionada al modelo agro exportador agrícola, basado en la biotecnología de última generación, el uso de organismos genéticamente modificados y los monocultivos extensivos, se confunden circunstancialmente en un mismo reclamo con los enemigos más acérrimos de esos mismos modelos productivos. Peor aún, en la confusión de las proclamas, se le da tablado a organizaciones que de otra manera no tendrían hoy mayor trascendencia pública.

En definitiva, el movimiento Un Solo Uruguay tiene argumentos de sobra para denunciar la dualidad del gobierno en la consideración de los sectores productivos nacionales frente a las mega-inversiones extranjeras. Uno se pregunta si FANAPEL no habría podido mantenerse en actividad de habérsele otorgado la mitad de las concesiones que reclama UPM, por citar uno de los casos más dramáticos. Ese debe ser el meollo de la nueva demanda de los auto-convocados, no otra.

Un Solo Uruguay acierta con el reclamo en su consideración política. Más aún, se trata de una causa de dignidad nacional en lo que refiere a políticas de desarrollo. Porque la siguiente pregunta a este nuevo cuestionamiento es si la izquierda en el gobierno promueve el desarrollo del país a partir de las inversiones de la multinacionales o, como se ha rasgado las vestiduras históricamente, va a considerar las mejores condiciones para los emprendimientos y la inversión nacional.

Entendemos que, lamentablemente, Un Solo Uruguay equivoca las formas al confundirse en su planteo con quienes cuestionan al propio agro negocio de exportación, la empresa privada, la biotecnología aplicada a la producción, la ley de riego y hasta la propiedad de la tierra y su uso intensivo. Y eso termina por diluir, casi desvirtuar, el reclamo originario. No es lo mismo arroz que afrechillo...
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.