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Monarquía aymara

Evo Morales avanza hacia la presidencia vitalicia, pasándole por encima a la voluntad ciudadana expresada en un plebiscito y a la Constitución que él mismo impulsó y consagró, siguiendo de esa forma el camino recorrido por Maduro en Venezuela.

En el Congreso de Tucumán en 1816, Manuel Belgrano propuso para las provincias del Río de la Plata instaurar una monarquía y tratar de conseguir una princesa incaica para ese rol. Fue una propuesta extravagante que quedó que en eso.

Bolivia ahora supera la marca: ha resuelto instaurar una monarquía aymara, con un Evo Morales resuelto a quedarse toda la vida en el poder. En 2016 plebiscitó esa posibilidad y claramente el pueblo le dijo que no. Fue ese un acto de real madurez cívica, porque mayoritariamente sigue gozando de apoyo popular, pero esa misma que le aplaude se pronunció en contra de que se perpetúe en el poder.

Ahora logró que el Tribunal Constitucional instaurara la extravagante teoría de que ser candidato es un derecho humano irrestricto y que no hay Constitución que pueda limitarlo.

Se desprecia el pronunciamiento popular, se atropella la Constitución y se marcha adelante, en un personalismo solo comparable al de los Castro en Cuba.

Lo increíble es que invoca como pretexto la “intromisión” de los EE. UU., cuyo Departamento de Estado, que —como sabemos— emite comunicados sobre el estado de la democracia (no siempre oportunos), opinó que sería malo que se postulara para una cuarta reelección en función del plebiscito anterior. Toma ese pretexto y muy cínicamente dice que estuvo pensando el tema pero que ahora, al hablar los EE.UU., él no tiene otro camino que postularse para no ceder ante el imperialismo.

Evo Morales es popular y eso nadie lo discute. Pero esa popularidad no le da derecho a atropellar la Constitución y declararse, más allá de las leyes, presidente vitalicio. Su populismo avanza ahora hacia un autoritarismo de estirpe dictatorial.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.