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Más sobre marihuana

El gobierno uruguayo, a través del IRCCA, informa constantemente, en tono triunfal, que ya llegamos a 11.508 inscriptos para comprar marihuana oficial y que se registran 6.963 autocultivadores, más 63 clubes. Y todas esas noticias se presentan como un éxito de la ley.

La televisión muestra las colas de los adquirentes. Las farmacias tienen dificultades. Algunas, porque las filas de compradores de marihuana le alteran totalmente la vida del establecimiento. Otras, porque los bancos le han cerrado las cuentas en virtud de que las normas internacionales le impiden a los bancos tener relaciones comerciales con personas o empresas vinculadas al tráfico de drogas. El hecho de que el “dealer” sea el Estado, aparentemente, no le cambia la sustancia a la relación, por lo que da la impresión que todos terminarán en el Banco de la República, que probablemente apechugará con la cuestión.

¿Es un mérito que se anote mucha gente? ¿Sería bueno que nos felicitáramos de que aumentan los fumadores de tabaco o los alcoholistas? El consumo de droga es una desgracia y el gobierno ha salido a regularla, en la idea de que más vale manejarlo desde el Estado que seguir persiguiendo la clandestinidad. Por cierto, estos razonamientos son muy discutibles, porque el narcotráfico continúa en las pastillas (hoy en crecimiento), la cocaína, la siniestra pasta base y todas las variedades de droga que, infortunadamente, se ponen a disposición de jóvenes que no pueden acceder a la marihuana oficial. Hay muchas más razones en contra, pero lo más importante —a nuestro juicio— es que no se ha encarado el tema adecuadamente desde el ángulo de la salud, enfoque prioritario porque es el bien superior a cuidar.

El consumo de marihuana está banalizado y hasta podría decirse, a esta altura, que sacralizado. No se informa de los riesgos para la memoria, la atención, la capacidad de conocimiento, la caída en depresiones o esquizofrenia, el cáncer y otros efectos perniciosos debidamente comprobados. Dos ediciones atrás, el Dr. Sanguinetti mencionó en su columna varios pronunciamientos fundamentales de las mayores academias de medicina del mundo y, también de nuestro país, de los referentes en la materia.

El IRCCA hizo una campañita pequeña y hasta vergonzante, porque poco menos que le pedían perdón a los cultivadores y consumidores. El Estado tiene hoy una enorme responsabilidad, que empieza en el Presidente Vázquez, adalid de la lucha contra el tabaco y que, por coherencia ética, debiera en este caso encabezar esa difusión. Es notorio que él no está de acuerdo con la ley, pero ahora ya no es el momento de discutir la norma. Ella ya está y la experiencia dirá cuales son sus resultados. Lo que urge hoy es que los muchachos no caigan en la marihuana creyendo que es una diversión, que sean conscientes del riesgo que están corriendo. Los males del tabaco y el alcohol los conocemos. Se fuma menos y la prohibición de manejo con alcohol ha producido también un efecto no solo directo sino de didáctica advertencia. No pasa lo mismo con la marihuana, donde será más difícil aún erradicar la idea benevolente que se ha instalado.

Urge actuar. No podemos seguir festejando una desgracia, porque quien busca drogas es porque sufre un vacío que no logra llenar en su vida. Lo que hoy está ocurriendo es dramático, aunque no se lo advierta en su indudable importancia.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.