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De cuotificaciones y otras yerbas

Por Lole Hierro

Cada tanto, en diversos ámbitos aparecen arranques de índole corporativa que promueven cuotificar la representación política.

Así, un grupo de legisladoras promovió tiempo pasado lo que se conoce como ley de cuota, argumentando que esto le otorgaría mayor incidencia a dicho género y oficiaría como trampolín para aumentar la participación femenina en política.

Cualquier tipo de cuotificación atenta contra el principio que rige la representación política democrática que ubica al ciudadano, con los derechos, deberes y garantías inherentes al principio de ciudadanía, por encima de representaciones de otra índole como pueden ser las etarias, las de género, las de raza, las religiosas, las ocupacionales, las socioeconómicas.

El pensamiento liberal sostiene la idea de que la ciudadanía emerge del contrato entre los miembros de una sociedad, a través de la cual se institucionaliza la vinculación política de los mismos con el Estado, siendo considerado cada individuo con total independencia de sus intereses, condiciones o conflictos sociales. Así, se toma distancia de la forma de pensar que legitima la representación corporativa por sobre la representación política emanada de la voluntad popular que configura un sistema político cuya base fundamental se funda en el concepto de ciudadanía.

Esta es la base filosófica que sustenta nuestra posición que, además, se nutre del convencimiento que deben ser la dedicación y el talento de las personas las que deben primar a la hora de la representación política y no la condición de hombre o mujer, de joven o viejo, de asalariado o patrón, de pobre o rico, de blanco o negro, de evangelista o católico, de etcétera o etcétera.

Nadie está en contra de las justas reivindicaciones de las mujeres. Menos los batllistas que tenemos una rica y larga tradición al respecto.

Pero es legítimo plantear el aspecto conceptual que manejamos, más cuando en el mundo de hoy hay hombres amos de casa, que crían hijos y trabajan y que, además hacen política por vocación, militando y convocando votantes con esfuerzo sin ser considerados por ningún tipo de cuota,

Pero además, en lo que refiere al Partido Colorado, la pretensión es falaz, ya que desde que existen las elecciones internas desde la reforma del sistema electoral de 1996, los grandes sectores en términos generales, han confeccionado sus listas en función de la competencia en dicha elección en base a las reglas acordadas, no existiendo en tal instancia ningún tipo de discriminación hacia la mujer.

Tan es así, que si en cualquier instancia 5 mujeres hubieran sido las más votadas, no se hubiera discutido que ocuparan los primero 5 lugares. En todo caso, si algún tipo de desigualdad existe en esa competencia es de índole económico en función de la disponibilidad de financiamiento de los candidatos o ya de orden más político.

En definitiva, cualquier intento de cuotificación, hasta el mejor intencionado u oportuno, tiene ribetes discriminatorios y puede tender a amparar alguna práctica corporativa cuando no ataca, aunque pueda disimularlo, la sustancia de la representación política democrática.

Por tanto, no es bueno que los liberales cedamos ante las presiones sociales corporativas, por más políticamente correctas que se quieran presentar.

Debemos siempre defender la representación republicana en su justa y amplia expresión.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.