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No se confunda, señor Presidente

En su reciente visita a La Coronilla, el Presidente puso énfasis en los temas de educación, reivindicando que se está cambiando el “adn” de la misma, dado que se han concretado algunas obras edilicias y porque grupos de padres y de alumnos participan de la comunidad educativa.

Ninguno de los anuncios oficiales significa una novedad. Todos los gobiernos de todas las épocas construyen algunas escuelas o liceos y, desde siempre, los padres y familias tienen vínculos con los centros educativos. Esa es la tradición normal del país y llegar a sostener, como lo hizo el Dr. Vázquez, que “esta revitalización de la comunidad educativa, los alumnos, que son lo más importantes que tenemos, los docentes, la familia, el entorno social de cada escuela, de cada centro educativo, el revitalizarlo, ver actuar con gran entusiasmo a los padres, a las madres, a la sociedad en su conjunto rodeando al sistema educativo es el inicio profundo del cambio del ADN de la educación”, es un exceso dialéctico indigno de un primer magistrado.

Los problemas de fondo siguen ahí: una ley de educación aprobada durante el primer gobierno de Vázquez que significa la abdicación de las potestades del Estado en materia de orientaciones educativas para dejarlas en manos de los sindicatos; un estancamiento indudable al momento de medir los resultados; una omisión del Estado al procurar que cese la deserción o al momento de cumplir con su obligación de ir a buscar a los jóvenes que no estudien y una resignación general de los gobernantes en el sentido de que no puede cambiarse ni la estructura ni la orientación de la enseñanza.

Cambiar el “adn” de la educación, para mantener la pomposa y hueca terminología oficial, significaría por lo menos dos o tres acciones básicas: devolverle al Estado y a su representante más legítimo, el gobierno, la facultad de proponer y decidir; llevar adelante cambios drásticos para asegurar que no haya deserción; asegurar que los jóvenes dominen el lenguaje, la matemática, las tecnologías de la información y el inglés; darles a los nuevos ciudadanos un marco de valores, éticos y cívicos, para que ingresen con madurez y habilidades al competitivo mundo contemporáneo.

¿Algo de eso está ocurriendo, acaso? No, todo lo contrario. Crecen los “Ni-Ni”, hay cada vez más repetidores y las pruebas internacionales demuestran que la comprensión y el aprendizaje de los alumnos están en un lastimoso retroceso.

Para colmo, las propias expresiones del señor Presidente dan cuenta de una orfandad de ideas y de propuestas que es llamativa. Las pujas internas en el gobierno significaron la purga de algunos expertos que venían con ideas frescas y hoy prevalece la mediocridad intelectual y la prepotencia sindical.

En ese escenario, por tanto, ufanarse de que se está en la senda del “cambio de adn” de la educación, es —por decir lo menos— una manifestación de suprema irresponsabilidad. Hay veces en que es preferible guardar silencio, señor Presidente.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.