Por Consuelo Pérez
Habiendo dejado el sillón presidencial sin concretar ninguna de sus promesas o proyectos promovidos durante cinco efímeros años, vemos al actual senador Mujica como protagonista y supuesto gestor de obras que si bien corresponden al Estado, son asumidas como propias en un rol que confunde a la población.
“Yo y mi patrona (por la senadora Lucía Topolansky) nos dedicamos a cambiar el mundo. Y se nos fue el tiempo de tener hijos. Y nos vamos acercando al hoyo. Entonces tenemos que pensar en qué dejamos”, son los argumentos que Mujica expresó a la hora de inaugurar una escuela de UTU, y hacer genérico ese mensaje para diversas iniciativas “personales” en las que se ha embarcado.
Como decíamos, Mujica fue electo para Presidente de la República, y en ese rol su inoperancia fue absoluta si a logro de metas y concreción de proyectos anunciados se refiere. Además, su sucesor Vázquez se encargó de aclarar que “encontró al país peor de lo esperado”.
Olvidándonos de los cinco años perdidos, y observando como figuras preponderantes del actual período y del pasado –Astori por ejemplo– miran para el costado, tendremos que acostumbrarnos a la situación, y si somos creyentes, rezar; pues no hay explicaciones con relación a dónde estamos parados y cómo “sigue la cosa”.
Pero volviendo a Mujica, es justo reconocer que todo ser humano que se proponga aportar algo a su sociedad es digno de apoyo. Y a veces de admiración.
Se dice que Mujica donó unos U$S 400.000 al Plan Juntos. Más allá de que Carlos Acuña, presidente del proyecto, haya manifestado que el 83% de los fondos que se utilizan para el Plan Juntos provienen de arcas públicas, “Vienen de ministerios, entes o las intendencias, y es la masa de dinero más importante”, y que de las 15.000 soluciones habitacionales prometidas por Mujica en campaña electoral sólo se hayan concretado 1.500, es entendible que el actual senador se moleste por el pasaje del Plan a la órbita del MVOTMA, al pensar que “la burocracia se puede comer al Plan Juntos”, pues lo tomó e interpretó como propio.
Mujica apoyó e inauguró recientemente un liceo agrario frente a su casa, y como es sabido, instaló en su chacra una escuela de UTU. Se utilizaron contenedores donados por Montes del Plata para concretar esas iniciativas, en las cuales, según se dice, hasta dirigió las obras.
No opinaremos con relación a la pertinencia de que alguien no idóneo participe en la ejecución y puesta en uso de espacios físicos a ser utilizados por estudiantes y docentes, pues la normativa edilicia al respecto es clara. Ciertamente, dictar clases en contenedores es una situación obviamente muy precaria, que quizá “el proyectista” ya habrá evaluado...
Mujica encara según sus palabras su tarea “filantrópica” como un “dar” a la sociedad, y eso está muy bien. Como también está muy mal “sacarle” a la misma sociedad, asunto en el que no ahondaremos. Pero esa “declaración de impuestos” o evaluación obvia no nos corresponde a nosotros analizarla, y menos en el contexto en que lo pone Mujica.
Sí debemos decir que la población se confunde ante los despliegues escénicos del ex presidente, quizá porque los auténticos altruistas pocas veces son conocidos, y porque pocas veces sus nombres trascienden a la opinión pública, al ser precisamente ese es uno de sus cometidos o aspiraciones.
A modo de ejemplo, Roger Balet no permitió que su nombre apareciera en ninguna de las más de 75 escuelas que donó. Si hoy lo podemos ver en muchas de ellas, es porque el mismo fue incluido a modo de homenaje luego de su desaparición física.
Dicho de otra manera, no nos imaginamos –por ejemplo– a un ya legendario “sembrador de escuelas” –mediante donación de decenas de edificios para las mismas– en Argentina y Uruguay, el quizá ya olvidado y no conocido por muchos, el Señor Roger Balet, con el equipo de filmación de Kusturica registrando cada una de sus acciones, como acontece con Mujica en escena.
En fin, para los creyentes, Dios dirá.