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Cuba-EE.UU.: Un deshielo que puede producir icebergs

Por Adolfo Castells Mendívil

El 11 de abril de 2015, en Panamá tuvo lugar un encuentro histórico entre Barack Obama y Raúl Castro, sellando un proceso de normalización de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, que había comenzado en los funerales de Nelson Mandela, en 2013, con un simple apretón de manos, proseguido con el anuncio conjunto, en el 2014 de los dos jefes de Estado —el democrático y el dictador— del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, cuya ruptura se remonta al 3 de enero de 1961, o sea 54 años.

El secreto de esos 18 meses de negociaciones fue rigurosamente guardado, salvo para la intervención del Papa Francisco y de algunos ejecutivos canadienses, país donde se realizaron la mayoría de los contactos. Tan bien guardado fue, que sorprendió notoriamente al Departamento de Estado yanqui, a los republicanos (especialmente a sus legisladores latinos) y a toda la oposición pacífica cubana, que pese a sus buenas relaciones con el Presidente Obama, no fue informada.

Y por el lado cubano, también fue sorpresa para la propia y principal carta cubana en Venezuela, Nicolás Maduro; para el aparato del Estado quién no tiene perspectivas más que de perder con una apertura a los capitales privados, de una economía totalmente estatizada; y —por supuesto tampoco sabía nada la Seguridad del Estado (policía política) que vive obsedida por una posible venganza de las víctimas de la dictadura y de sus allegados.

Se recordará que en 1996, Fidel Castro personalmente ordenó destruir en vuelo una aeronave de la Asociación Cubano—americana “Hermanos del rescate” quién debía socorrer a los “balseros”, lo cual provocó el agravamiento del embargo con la ley Helms—Burton y en 2009 un funcionario estadounidense de la USAID (agencia de desarrollo USA), Alan Gross, fue condenado por espía.

Y ese era el panorama cuando Obama llega a la Casa Blanca, dispuesto a dar vuelta la página de la crisis con Cuba, pero con esos antecedentes tuvo que esperar un contexto más favorable que se dio en su segundo mandato, así como contemporáneamente sobrevino la crisis económica en Venezuela y la consiguiente búsqueda de alternativas por parte de Raúl Castro, sumadas a la actual opacidad mental y física de Fidel Castro, que siempre, en sus buenas épocas, había sido un escollo para cualquier apertura.

Los hechos son que ya el 20 de julio la bandera cubana era izada en Washington, durante la ceremonia de reapertura de la sede diplomática en Washington, presidida por el Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez. Y apenas reanudadas esas relaciones, el Congreso de EEUU puso en marcha la complicada maquinaria para desmontar el embargo económico contra la isla, un proceso que los más optimistas consideran que puede tardar años. Y un Comité del Senado estadounidense aprobó una iniciativa legal que mantenía desde enero en el cajón a la espera de que se confirmara la noticia de la reanudación de relaciones.

A ello dice Carlos Alberto Montaner: “Este 26 de julio es diferente. La dictadura de Raúl Castro estrena una nueva relación con Estados Unidos. La Habana ha derrotado totalmente a Washington. Obama ha levantado los brazos y lo ha entregado todo sin pedir nada a cambio”.

Y continúa el intelectual cubano opositor: “Las cárceles siguen llenas de disidentes, continúan aporreando a las Damas de Blanco, no hay el menor espacio para expresarse públicamente contra ese estado de cosas, y mucho menos para formar partidos diferentes al comunista. Lo dijo Fidel y lo cumplió: “Primero la Isla se hundirá en el mar antes que abandonar el marxismo-leninismo”.

Ahora bien, Montaner se pregunta si ha cambiado algo y se contesta que sí, que todos los dirigentes cubanos saben que el sistema no funciona en el terreno de la creación de riquezas, porque es totalmente improductivo. Pero Raúl se ha sacado de la manga una variante del comunismo para intentar producir más y, simultáneamente, conservar la autoridad.

Es un invento cubano que tiene tres componentes principales: 1) el gobierno se reserva las aproximadamente 2.500 empresas medianas y grandes; 2) El Estado continúa alquilando a sus médicos, dentistas, técnicos de salud, cobrando por ellos miles de millones de dólares, mientras les paga una minucia simbólica; 3) las remesas de los exiliados y emigrantes ascienden a unos cinco mil millones de dólares en moneda y bienes por eso al gobierno cubano le conviene que emigre la población.

Por otro lado, el embargo de Estados Unidos a Cuba ha terminado. Ahora, los ingenuos de afuera y los corruptos de adentro de la isla ignoran (o se hacen los bobos) que las sanciones contra empresas estatales cubanas previstas por la ley Helms Burton son las que permanecen en vigor.

Escribe Oppenheimer: “Cualquier empresa no estatal puede ya mantener relaciones económicas de comercio y financieras con Estados Unidos. Si Raúl Castro quisiera normalizar las relaciones económicas y financieras con Washington solo tendría que privatizar las empresas. Bajo el enfoque legal adoptado por las nuevas medidas de Obama esas entidades industriales o agrarias quedarían automáticamente fuera de todas las sanciones y restricciones que contempla esa ley”.

Entonces es legítimo preguntarse, Obama restablece relaciones con Cuba, pero ¿dónde está la otra pata de la sota? ¿El Estado cubano permitirá a los ciudadanos que elijan el régimen que prefieren y a las personas políticas encargadas de ejercer las funciones?.

Por lo pronto hay un hecho que salta a la vista: el gobierno de los Estadios Unidos debe invitar al izamiento de su pabellón en su sede de la Habana a los disidentes. Sean ellos las Damas de Blanco u otros opositores pacíficos. ¿Lo hará? Porque la primera parte de su plan de acercamiento ya está: es tender puentes ya que Obama ha reiterado permanentemente que después de cinco décadas de una política de confrontación que no ha dado resultados, es hora de probar algo nuevo. Pues bien, nos parece que llegó el momento de integrar a la oposición pacífica al proceso de normalización. A menos que cuando el Presidente de los Estados Unidos se ha referido a que su nueva política cubana incluye el apoyo a los derechos humanos y las reformas democráticas se haya contagiado del populismo imperante al Sur del Río Grande, mexicano-yanqui.

Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.