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Artigas peronista...

En la Argentina, la furia revisionista del kirchnerismo está dedicada a ensalzar la figura de Artigas para oponerlo a la élite porteña del tiempo de la independencia. Por cierto, historiadores serios como Emilio Ravignani, hace 60 años, o Félix Luna, en 1966, en su libro “Los Caudillos”, habían ubicado la figura de nuestro prócer en clave rioplatense. El problema es que se le reivindica simplemente en su faceta de opositor a ese grupo dirigente porteño de la época y se le usa , abusivamente, para denostar a los unitarios liberales como si Artigas hubiera sido un líder populista.

Los uruguayos bien sabemos que Artigas grabó a fuego, en sus seguidores y en la posterioridad, una vocación institucionalista que configura nuestra identidad. Más allá de fechas patrias y celebraciones, nada llama más a la emoción histórica que su discurso en el Congreso de Abril de 1813 y el texto luminoso de las Instrucciones. Allí se definen los valores básicos del país, su constitucionalismo, su sentido democrático, las libertades políticas, su devoción por la separación de los poderes. Ese Artigas que se inspiraba en la constitución de EEUU es el que forjó el espíritu nacional.

Como consecuencia, no hay en su acción ni en su pensamiento el menor rasgo de populismo. Era popular, o sea que llegaba a las masas, que le seguían con adhesión. Pero no populista, porque no usaba las instituciones como fachada ni ejercía la autoridad con abuso, para halagar a la gente común con prebendas o estimulando sus peores instintos. Fueron populistas algunos de los caudillos contemporáneos a él y ni hablar de Rosas, fundador de esa corriente de nacionalismo autoritario, en que el líder se ubica por encima de las instituciones y usa todo el poder del Estado para mantener la adhesión de sus seguidores.

Desgraciadamente, el escritor Mario “Pacho” O´Donnell, que dedicó un reciente libro a Artigas, ahora ha salido con otro donde pretende entronizar el Congreso del Arroyo de la China (o de Concepción del Uruguay) como “la primera declaración de independencia argentina”. Ese congreso convocado por Artigas, con sus aliados de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fé, Misiones y Córdoba, no proclamó independencia alguna. Ni lo dijo Artigas en su convocatoria ni los mensajes posteriores que aludían al resultado de la reunión. Por esa razón a nadie en Uruguay se le ha ocurrido considerarlo un acto de independencia sino lo que es: una asamblea, continuación de otras, como la de 1813, en que el pueblo oriental iba configurando su nacionalidad a través del ejercicio político independiente. Se trataba de una provincia que reclamaba esa soberanía, con la vocación de sumarse a una estructura confederada.

En Argentina, para el populismo kirchnerista, el 9 de julio es el resultado del Congreso de Tucumán, donde predominaron los unitarios y, como consecuencia, la idea es oponer “otra” declaración de independencia anterior, que no aparece en ningún acto de sus próceres. Para ese fin se lleva a cabo esa tergiversación y el gobierno de Cristina Fernández la acoge por decreto, al punto que el 29 de junio fue feriado, en celebración del Bicentenario del episodio.

En ese insólito recorrido se inventa un Artigas populista al que se compara con Rosas, un tirano, y con Perón, el constructor moderno del populismo autoritario, que aprendió a manejar en sus años de residencia en la Italia de Mussolini. Se extiende la comparación hasta el paranaoico de Francisco Solano López que, piénsese lo que se piense sobre la Guerra de la Triple Alianza, no puede escapar al más severo de los juicios por su crueldad, la que le llevó a fusilar hasta a sus jefes militares y a su propio hermano.

Realmente, cuesta creer hasta dónde llega el famoso “relato”, que usa la historia con oportunismo para sus fines electorales presentes. Cuesta creer pero es lo que se ve y, lo que es peor, también nos contagia.

Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.