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El desvarío astorista

El “astorismo” todo ha entrado en una caída en picada, al parecer ya irreversible. Por todos lados, donde se mire, se amontonan los disparates, las inconsecuencias, todas hijas de su desesperación. Una desesperación nutrida en dos fuentes: la del propio Astori, desesperado por mostrar que él es tan de izquierda como el que más (y así compensar los dichos de Vázquez, de que no habría giro a la izquierda y que el ministro sería el propio Astori); los escándalos administrativos que les carcomen, desde Bengoa a Lorenzo, pasando por el renunciado alcalde de Atlántida.
   
En su intervención sobre economía, junto al Presidente, volvió a tocar la nota a la que está últimamente dedicado y que es dividir entre derecha e izquierda, sensibles e indiferentes, solidarios y egoístas. Todo, como decimos, presionado por las bases frentistas que claramente no lo quieren por considerarlo demasiado conservador. En su desvarío llegó a decir que “hay inflación de derecha y de izquierda”, tontería clásica de la izquierda vetusta que hace cuarenta años enterró Felipe González, cuando llevó al gobierno al socialismo español y acuñó su célebre frase: “los déficits no son de izquierda ni de derecha, son déficits y hay que financiarlos; la inflación no es de izquierda ni de derecha, es inflación y hay que reducirla”.

Para no ser menos, su fiel seguidor, el Ministro Lorenzo, procesado por abuso de funciones luego del desastre de Pluna, ufano y desafiante encabeza la lista de diputados de su grupo y alega que “tiene que dar la cara”, bajo el gran argumento de que es inocente porque “siempre dio la cara”. Para él, así lo ha dicho, todo el episodio, es “insignificante”. No importa lo que el país ha perdido y sigue perdiendo (no menos de cien millones en lo que va de este período), tampoco importa la pérdida de confianza en el Estado por un remate fraguado y farsesco; le es indiferente que el Banco de la República (bastión de la solvencia del Estado) haya otorgado irregularmente un aval por notoria presión política… Pocas veces se ha visto alguien que con tanto desenfado eluda sus responsabilidades. Sin pensar en lo que diría el Frente Amplio todo si ocurriera este episodio en un gobierno de partido tradicional.

Para culminar el disparateo de estos días, el Senador Michelini, que ya es un “ícono” en la materia, agregó otra más a sus célebres “michelinadas”: alertó a la ciudadanía que, de ganar la presidencia Lacalle Pou, el Ministro del Interior sería el Dr. Pedro Bordaberry. Creyó haber hecho una diablura política y cosechó un repudio generalizado, por lo de irrespeto que supone para con sus adversarios, por querer estigmatizar al candidato colorado como si fuera sinónimo de algo temible, por hacer con atrevimiento suposiciones sobre las decisiones personales de los demás actores políticos. En cualquier caso, solo rubricó lo que ya todo el mundo sabe y es que Bordaberry está seriamente comprometido en el tema seguridad y que va a luchar denodadamente contra el delito.

Y en medio del ruido producido, dio otro paso en la michelinada: anunciar la posibilidad de que el tal Ministro sea no ya el Dr. Bordaberry sino el Dr. Larrañaga y con menos de 24 horas de diferencia entre una michelinada y otra. ¿De dónde lo saca? De los pasillos del Palacio, según dice. En una palabra, otro atrevimiento, impropio de alguien que se sienta en el Senado de la República.

Si alguna gente todavía piensa votar a Astori o los allegados en su “Frente Líber Seregni”, debiera meditar. Ya se sabe que en el Parlamento apoyan lo que le mandan los sindicatos, como ya ocurrió en una ley que él mismo consideraba inconstitucional pero que igualmente votó cuando le rodearon el Palacio. Lo que está cada día más claro es que ya ni como profesor actúa con solvencia y su grupo vive en la zozobra del naufragio.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.