Viajó a Finlandia para asegurar una nueva planta de UPM y se encontró con una bofetada histórica en lo que constituye uno de los papelones presidenciales más resonantes de que se tenga memoria.
Uno supone, razonablemente, que cuando el Presidente de la República aparece a sellar un acuerdo, por informal que fuere, éste ya fue largamente negociado y conversado por otros funcionarios. Muy especialmente si se trata de un acuerdo internacional. Para algo están la Cancillería y sus embajadores, encargados de negocios, etc.
Cuando el Presidente Mujica anunció que viajaba a Finlandia para “ir a buscar” la segunda planta de celulosa de UPM, podía darse por hecho que la inversión estaba asegurada. Incluso se especuló hasta con la localización de la futura planta, en alguna zona deprimida del país, cerca de la frontera con Brasil. Por cierto, era imposible no vincular el hecho a la campaña electoral, pero bienvenidas sean todas las inversiones, más allá de las coyunturas concretas.
Pero, lejos de traerse la fábrica abajo del brazo, Mujica se trajo un papelón. No sólo UPM le dijo que no sino que se quejó de la mala infraestructura carretera y logística del país. En suma, un papelón de magnitud apocalíptica. Tan grande fue que la web de la Presidencia se vio obligada a emitir un comunicado en que se cita a Mujica diciendo que existe un “existe un notorio interés en ese país por una nueva inversión, aunque aún quedan cosas por analizar, como su localización, antes de poder concretar una propuesta definitiva”, o sea, la nada.
Cabe preguntarse si el canciller Almagro no piensa renunciar luego de haber sometido a su jefe a semejante bochorno.