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Mujica y sus burgueses

Un tema recurrente del Presidente Mujica es el modo de vida “burgués” de sus correligionarios. En su última audición habló de un grupo de legisladores que adoptaron un “patrón de vida global de la mayoría y no de la minoría del país” y de que “si hablamos de la solidaridad nunca nos pareció ético favorecernos notoriamente con los ingresos brutos que por ejemplo la carrera de legislador nos proporcionaba cuando había gene con tanta necesidad en Uruguay”. Cuestionó a los que “viven bien como pequeños burgueses ricos” y hablan de solidaridad pero de una “solidaridad verbal, chanta, de mero discurso, no de compromiso real”. “Las palabras tiene que respaldarse con la vida si no son cosas huecas”, sentenció.

No hace mucho, también habló de “la falta de compromiso de los actores políticos” y así, una y otra vez, cuestiona a sus correligionarios por sus hábitos burgueses.

 No hay duda de que al Presidente Mujica le ha ido muy bien, publicitariamente hablando, con su estilo de vida. Como él mismo ha explicado, su propia peripecia le llevó a vivir como vive, lo que es respetable, al igual que cualquiera otra opción. Lo que es lamentable y muy poco digno es la explotación que ha hecho de esa situación, elevando a la categoría de ideal vestirse mal, hablar mal, asumir la dejadez y la desprolijidad como estilo, sea en su casa, sea en su persona. Que sus años de tupamaro y de preso le hayan acostumbrado a esa existencia, es un tema muy personal, pero erigirlo en ejemplaridad supone chocar con los valores de la “sociedad burguesa” que él tanto vitupera y que no es otra cosa que el tratar de vivir del trabajo y, a su través, mejorar sus condiciones de vida, de vivienda, de educación, de cultura. El sueño de la “casa propia”, durante años mencionado casi como un emblema, sigue aún vigente en la aspiración de seguridad, de tranquilidad, como legado de la masa inmigratoria que llegó al país en el siglo pasado y fue parte sustantiva de la clase media uruguaya que asentó la democracia en pilares inamovibles.

Alentado porque Kusturica, un gran director de cine, está haciendo un documental sobre su vida, el Presidente cuestiona hasta a sus amigos. Por cierto, no advierten quienes se embelesan con la realización que este documental sigue a otro sobre Maradona, lo que indica claramente por dónde transita el cineasta, buscando la transgresión, el folklorismo, lo raro…

El Presidente confunde cuando habla de una especie de incompatibilidad entre el afán de vivir mejor y la solidaridad con quienes menos tienen. La generosidad burguesa comienza, efectivamente, en pagarle impuestos a un Estado que es la primer barrera contra la pobreza y sigue por lo que es un estilo de vida de respeto y solidaridad con los que le rodean, lo que depende de la ética de cada quien.

En lo que tiene algo de razón es en el cuestionamiento a quienes siguen soñando con una revolución igualadora, a quienes cuestionan la sociedad capitalista y usan y abusan de todo lo que ella les ofrece. Es la “gauche caviar” de Francia, la “izquierda festiva” de Brasil, esa especie de tribu universal que aspira al lujo mientras predica la pobreza. Es lo que tiene alrededor, por otra parte, porque bien se sabe cómo viven los grandes dirigentes del Frente Amplio. No hace falta dar nombres…

Todo lo cual es parte de los antivalores que el Frente Amplio le trajo a la sociedad uruguaya y que confiamos en que se empiecen a revertir cuando el viento político cambie, como se insinúa ya.
Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.