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Prohibido olvidar: 50 años del 18 de mayo de 1972

El pasado miércoles, se cumplieron 50 años de uno de los crímenes más atroces cometidos por la guerrilla uruguaya: el asesinato a sangre fría de cuatro soldados que hacían guardia frente al domicilio del Comandante en Jefe del Ejército de la época. Durante años, los tupamaros intentaron tergiversar la historia argumentando que se había tratado de una muerte en "combate". Lo cierto es que no hubo enfrentamiento, simplemente se les asesinó.

El 18 de mayo de 1972, amaneció frio, un clima invernal. Los jóvenes soldados Saúl Correa (22), Ramón Ferreira (22) y Osiris Núñez (26) y Gaudencio Núñez (27), se encontraban en su habitual guardia frente al domicilio del Comandante en Jefe del Ejército, el General Florencio Gravina.

Producto de las inclemencias del tiempo, los militares se encontraban tomando mate dentro del jeep cuando fueron sorprendidos por un comando tupamaro que, sin mediar palabra, los ametralló.

Era 18 de mayo y el MLN-T quería demostrarle al Ejército, en su día fundacional, que estaba dispuestos a matar a cuatro a soldados ¡Sí, cuatro vidas por un acto de propaganda!

"Al acercarnos pudimos apreciar la escena más macabra que vi en mi vida", relató el coronel retirado Washington Bertrand -un vecino que vivía a poco más de media cuadra de lugar del atentado- para el libro "Milicos y tupas" (2011) del periodista Leonado Haberkorn.

"El chofer del jeep tenía la cabeza desecha, a su lado el otro soldado con varios impactos en su pecho y el costado derecho, en el asiento trasero el soldado que estaba detrás del conductor aún con vida y su cabeza, en sus estertores, se movía de arriba abajo y la bombilla del mate se clavaba en su paladar, saliendo de su boca chorros de sangre. A su costado el otro soldado, ya muerto, tenía estertores que movían todo su cuerpo...", agregó Bertrand.

En el mismo libro, uno de los más completos que se ha escrito sobre este y otros sucesos de la época, hay más testimonios: dos testigos directos más, también vecinos, y un protagonista, extupamaro. "Nada de fuentes anónimas: los cuatro dieron la cara y hablaron con nombre y apellido. Todos coincidieron: no hubo ningún enfrentamiento ese día. Lo que hubo fue un vulgar asesinato", asegura Haberkorn respecto a su libro.

La señora María Santo, que vivía en la casa contigua al comandante del Ejército, estaba en la vereda cuando la camioneta del MLN-T pasó por allí. Según el relato que recoge Haberkorn en su libro, la señora Santo vio con sus propios ojos asomar los caños de las ametralladoras, y su propia casa recibió decenas de impactos de bala.

El otro vecino al que entrevistó el periodista es Gerardo Ruiz, quien vivía enfrente a la casa que custodiaban los cuatro soldados. Su padre vio pasar la camioneta del MLN y ametrallar el jeep. Él se encontraba en el baño, el estruendo de la balacera lo hizo tirarse al suelo.

El protagonista que dio su testimonio, que coincide con el de los testigos, es el exdirector de la Biblioteca Nacional y exviceministro de Educación y Cultura en los gobiernos del Frente Amplio, el extupamaro Carlos Liscano.

Liscano, que ese frío día de 1972 preparó y llevó las armas con las que el comando tupamaro realizó el atentado, fue contundente:

"Había un milico en el balcón y le iban a dar al milico. Pero como el auto se demoró, llegaron casi una hora tarde. Y a esa hora los milicos estaban en el jeep tomando mate. El MLN tiene otra versión y desmiente que estuvieran tomando mate. Pero es cierto. Estaban tomando mate. Los milicos estaban tomando mate adentro de jeep. Entonces cuando llegaron y vieron esa situación dijeron ¿y ahora qué hacemos? Y el jefe del operativo dijo: dale. Y les dieron. Y el del balcón apenas tiró un tiro al aire. No hubo enfrentamiento. No hubo nada".

Durante años, los tupamaros intentaron tergiversar la historia. Por fortuna, la verdad está documentada y no deja lugar a dudas, como el lector puede apreciar en este breve repaso.

 

Correo de los Viernes.
Publicación Oficial de la Secretaría de Prensa del Foro Batllista.