Vergüenza ajena
Por Consuelo Pérez
Las reacciones, entredichos y molestias que han generado las declaraciones del Pit-Cnt en la persona del presidente de la República, nos trasladan a un escenario divertido, que nada tiene que envidiarle a las propuestas que en la tarde-noche los canales de “aire” nos ofrecen, ya sean latinoamericanas o turcas.
Es sabido que la gremial funciona desde hace mucho como un “Ministerio más” del Poder Ejecutivo, y más allá de sus amenazas y afirmaciones de que "va a haber una confrontación como nunca conocieron los gobiernos del Frente" y que "el gobierno es neoliberal", que molestaron al presidente Vázquez, es sabido que nada de eso acontecerá sin el visto bueno del jerarca, pues, al molestarse por el dantesco anuncio, de inmediato el Pit-Cnt salió a “pedir perdón”. Así de simple.
Pero veamos el lado positivo. Más allá de que el presidente se enojó y amenazó con no recibir más a la gremial, y que la misma reconoció que dijo cosas que nunca debía de haber dicho, los ciudadanos todos tuvieron la oportunidad de incorporar un nuevo término a su lenguaje habitual, pues Vázquez dijo que “el diálogo venía precedido de amenazas o diatribas", lo que lo hacía inviable.
Convengamos que la palabrita “diatribas”, que luego el Pit-Cnt se encargó de repetir varias veces, se ha incorporado a una población que está sufriendo los embates de una Educación deteriorada. Por eso es que nos alegramos.
Dicho de otra manera, a una palabra nueva por día, siempre y cuando siga “la guerra” entre el presidente y la central de trabajadores, tendremos al año un vocabulario enriquecido.
Pero no nos ilusionemos, porque el presidente del Pit-Cnt, Fernando Pereira reconoció en los medios que tal vez algunas declaraciones que molestaron a Vázquez no debieron ser dichas, y que se esforzarán para que ello no vuelva a acontecer. Faltaría más...
Ciertamente, nunca escuchamos arrepentirse a la hoy sumisa organización de sus permanentes ataques y palos en la rueda a los gobiernos, digamos, “de derecha”. Para diferenciarlos, con todo respeto, de esta mezcla indefinible que hoy nos gobierna.
Pero no debe el lector ponerse nervioso y pensar que esta comedia termine antes de tiempo, o sea retirada de cartel –lo que dejaría a la población expectante– pues es sabido que el Director General de Trabajo, Juan Castillo, puede ser de gran utilidad para advertir a tiempo a sus antiguos compañeros (sic), y sin necesidad de jugar a “dos puntas”, aconsejarlos, ahora “desde el gobierno”, para transitar por un camino plácido, que deje a todos contentos.
Como se puede apreciar, todo cierra, y el romance no corre peligro.
Pero claro, para que una novela o teleteatro sea exitoso, debe tener al espectador en constante atención, mostrándole avances en la trama, ideas novedosas, creíbles, que defina situaciones y acontecimientos que uno desearía que formaran parte de su vida. Que le aporte algo. Que se logre algo.
De lo contrario, es una farsa, un cúmulo de mentiras.
Y en realidad, esta novela, que además le falta el respeto al verdadero trabajador, nos tiene hartos.
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